Es lo que puede parecer a primera vista con el caso de Risto Mejide. Que se le rompió el amor de tanto hablar con Mediaset de su Chester. Él que estaba encantado de tener por fin un espacio propio con entrevistas de altura, en el que se podía lucir y lucir a los invitados. Del Chester Risto ha dicho pública (y privadamente) maravillas, «Es el programa de mi vida», confesó en más de una ocasión. Sin embargo, ni su buen rollo con Sabina, ni su show con David Muñoz de Diverxo, ni su mano a mano con Albert Rivera han sido argumentos relevantes para quedarse sentado a esperar. Porque todo ese amor, como le pasó a Figo cuando se fue del Barça al Madrid, se le acabó a golpe de talonario. Estamos en época de fichajes (de aquí a las elecciones veremos unos cuantos más) y de movimientos estratégicos. Risto vuelve a su origen -Atresmedia- y qué casualidad ya no competirá con Évole, sino que defenderán la misma camiseta. Todo apunta a que retornará a su papel inicial, el de jurado de un talent show (¡Eso lo hago yo!) que seguramente le reportará muchos más beneficios. Es decir, dinero. Que es en realidad lo único que lo separaba de la competencia. Porque ni siquiera tener un magnífico programa en las manos es a veces suficiente destino para uno mismo. Lo que parece claro a sus ojos es que sale ganando.