ANÓNIMA Y AMARGA

La Voz

TELEVISIÓN

30 may 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando recogió el Oscar por su pintora de Pollock , y se hizo la foto junto a celebridades como Julia Roberts o Russell Crowe, medio mundo, incluida Norteamérica, se preguntó de qué les sonaba esa cara. Y una columnista cotilla, de las del Hollywood viejo estilo pero con cualidades literarias más sutiles, dijo que en ese rostro se reflejaba el trabajo callado de miles de actores y actrices que nunca están entre los primeros del cartel de una película. Podemos llamarla de reparto, o secundaria, o actriz de carácter y no estaremos equivocados. Pero realmente la palabra que le corresponde a Marcia Gay Harden es, simplemente, anónima. Casi 30 largometrajes son un buen bagaje para 12 años de trabajo, pero la mitad están hechos para televisión. Y en España, por ejemplo, sólo hemos podido ver una docena de sus películas. ¿Cómo puede ser anónimo un rostro de rasgos tan característicos y contundentes? Eso debían pensar los hermanos Coen, siempre rodeados de actrices con físicos no habituales en las heroínas de Hollywood. En Muerte ente las flores Marcia Gay Harden era un fantástico cruce de Ofelia y Lady Macbeth, víctima y verdugo de gangsters shakesperianos. Su rictus de amargura sentada en la cama de Gabriel Byrne es antológico. Segundos planos Pero a nadie más le interesaron las amarguras de Harden. Desde los Coen deambuló, escondida en los segundos planos, por Tensa espera, Espía como puedas, ¿Conoces a Joe Black? o Medidas desesperadas . La abandonó ante el altar de Flubber el olvidadizo profesor Robin Williams, cocinó para otras chicas anónimas en La historia de Spitfire Grill y fue la última luna de Tommy Lee Jones en Space Cowboys . Además de por su hermoso papel con los Coen la recordamos por la madre ninfómana de Romance otoñal, con unas deliciosas imitaciones de Marilyn, Faye Dunaway o Anne Bancroft.