Estruendo: ruido grande, confusión, alboroto. Cualquiera de estas acepciones que recoge el diccionario de la Real Academia Española describe con bastante acierto las recientes declaraciones realizadas por siete cofradías de la provincia de Pontevedra y recogidas en distintos medios informativos. Unas palabras que han incrementado un poco más si cabe el ya elevado nivel de ruido generado en torno al problema de fondo: la extracción de mejilla en los bancos naturales de la costa.
Sugerir ante la opinión pública que la actividad de los bateeiros, a los que acusan de arrasar el litoral al acudir a las rocas en busca de la semilla que necesitan para sus bateas, podría llegar a considerarse como un delito ecológico no es, desde luego, una declaración que tienda puentes para encontrar una solución a un problema de enorme relevancia. Tampoco ayuda significar el, a su juicio, escaso celo de los bateeiros para tratar los residuos generados por su actividad, y que estarían «transformando la composición del sustrato y rompiendo el equilibrio natural de nuestras rías».
Sobre la primera consideración, simplemente invitar a quienes tengan la más leve sospecha de la comisión de un delito a que acudan sin dilación al juzgado más próximo. La credibilidad propia se gana sobre certezas, no sembrando infundios para descalificar a la parte contraria.
Y qué decir sobre la aparente desidia de los productores de mejillón respecto a los desechos que genera su trabajo. El porvenir de los bateeiros, al igual que el de todo el sector del mar de Galicia sin excepción, depende de la calidad de sus aguas. Esa es una de las razones por las que los bateeiros no han cejado en su empeño por reivindicar unas rías limpias, porque es de ahí de donde salen los productos que nos han dado fama dentro y fuera de nuestras fronteras. Poner en duda ese compromiso con acusaciones carentes de rigor dice bien poco de aquellos que las proclaman sin sopesar sus posibles consecuencias, la más inmediata el debilitamiento de la imagen de todo un sector que genera en Galicia prosperidad como muy pocos desde hace más de setenta años.
Tratar de menoscabar con frases de grueso calibre el proceder de una industria que ha sido y seguirá siendo un ejemplo de éxito de la marca Galicia desacredita a quien las propaga. Una actitud merecedora de desaprobación y del más estruendoso de los desdenes.