Patrocinado porPatrocinado por

José Jesús Centeno: «Atracar un barco es como conducir sobre hielo, no paras cuando quieres»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

SOMOS MAR

BASILIO BELLO

LOBOS DE MAR | El expráctico de Corcubión, Cee, Laxe y Sada, recién jubilado, empezó a trabajar en la zona mes y medio antes del Prestige

21 ene 2023 . Actualizado a las 04:47 h.

José Jesús Centeno Vidal (Corme, 1954) se jubiló el 1 de diciembre del 2022 como práctico de Corcubión, Cee, Laxe y Sada. Se hizo cargo de la zona apenas mes y medio antes del Prestige. A pesar de eso, su papel en el desastre medioambiental fue casi nulo. «Jamás me preguntó nadie. Solo me llamó Madiedo Acosta, director general de la Marina Mercante, para saber si alguien había contactado conmigo», dice. Lo curioso es que en algún momento se planteó utilizar la ría corcubionesa como refugio. «Si pasa ahora no sé qué hubiera hecho, pero con los medios que había entonces no hubiera metido el barco ahí. Tenía 21 metros de calado, lo que es una animalada, y aunque la bocana es amplia la ría es complicada. Además venía sin máquina. A veces lo pienso y lo analizo y llegó a la conclusión que fácilmente podría haberse ido a las rocas y haber muerto alguien», explica.

Aquella fue una circunstancia muy concreta y especial, pero la labor del práctico a lo largo de estos últimos 20 años no ha estado exenta de peligros incluso en las mejores circunstancias. «Atracar un barco es como conducir sobre hielo, no paras cuando quieres», explica Centeno Vidal. Lo peor es que esa maniobra se hace en un buque que resulta ser un desconocido. «Uno tarda cinco minutos en detenerse, y otros, uno. A lo mejor cae la popa a la derecha o tiene otras rarezas. El que sabe la realidad es el capitán y puede tratar de explicártela, pero hasta que no estás haciéndolo no puedes saber lo que va a pasar». Esa es la razón por la que algunos prefieren atracar su propio barco, pero el problema es que no conocen la ría, por lo que es imprescindible que las dos personas trabajen en conjunto, lo que exige que el práctico se haga respetar. «Lo primero que preguntan es si hay muchos barcos, para saber si tienes experiencia», explica.

Grandes buques

No ponen problemas los capitanes de grandes buques. Saben que entrar en Corcubión es difícil y le dejan el mando al práctico sin rechistar. Tampoco en determinados casos. «Los barcos de madera que iban a Corcubión había que atracarlos hacia atrás y solo lo hacía yo», dice. Reconoce que nunca ha tenido problemas, pero siempre ha dejado claro que la maniobra o la hace él o la hace el responsable del barco. «Cuando me dicen que lo hagamos los dos ya digo siempre que no», señala.

BASILIO BELLO

La experiencia es un grado, aunque más por años que por barcos, ya que últimamente solo entraban 20, pero Centeno Vidal ha estado acumulando conocimientos a base de años y de destinos. Cuando hacía la ruta a las Baleares era él mismo el que tenía autorización para entrar solo en el puerto de Ibiza.

Explica que en Europa apenas hay ahora barcos en malas condiciones y que los que vienen a Corcubión están muy controlados, pero él ha estado trabajando en Ribadeo y allí es otra cosa. «Los turcos son un peligro. Los capitanes son muy osados y los buques están muy aprovechados. Muchos son viejos, pensados para uno o dos viajes. Se arriesgan a que se los paralicen, pero si no los pillan les sale muy a cuenta», explica. En todo caso, cada barco es único. «Te transmiten sensaciones, igual que una persona. Ves si es noble, que si vas atrás para, porque hai algunos...». Considera que el dispositivo de separación del tráfico marítimo fue un avance. Recuerda que en los primeros años de carrera, cuando llevaba carga de Portugal a Inglaterra y Holanda, «pasaba por delante de Fisterra, pegado al Centolo. Había que ir con mucho cuidado, sobre todo de noche, para evitar los pesqueros. Fue para protegerlos que se tomó era medida», explica el expráctico cormelán.

«En todas mis tripulaciones ha habido gente de Corme»

Secho Vidal viene de familia de navegantes. Su abuelo ya era patrón de cabotaje y hacía rutas de Corme a Gijón o a Santander con todo tipo de mercancías. «De Galicia se llevaban pinos para las minas de Asturias y el País Vasco y volvían con carbón», explica su nieto. Su padre siguió el mismo camino. Hacía rutas costeras con lo que se conocía en Corme como pataches. Lo mismo llevaba sal que madera o caolín.

Cuando Secho tenía 11 años, la familia se trasladó a Gijón porque a su padre le ofrecieron otro puesto en la empresa Contenemar. En una filial, su hijo había de trabajar durante muchos años, haciendo la ruta de Barcelona, Valencia y Baleares. Antes hizo practicas en barcos que iban de Portugal a Inglaterra y Holanda y en otros barcos. Reconoce que mientras estuvo de capitán nunca tuvo grandes dificultades. «En todas mis tripulaciones siempre ha habido gente de Corme», señala. Su padre llegó a ser jefe de personal de una gran empresa de transporte marítimo y prefería a la gente de su pueblo. «La de antes era gente muy profesional. La de ahora no lo sé porque no los conozco», dice.

Tras años como capitán y con mucha experiencia en atraques, porque no tenía que utilizar prácticos en los puertos que frecuentaba, fue a causa de una baja prolongada por enfermedad, por una hernia, cuando aprovechó para examinarse de práctico de Laxe. «Poco después, Ramón Barreiro se marchaba y quedaba vacante el puesto en Corcubión» explica. A este añadió poco después el de Sada. Además, fue también, sustituyendo a compañeros durante períodos más o menos largos, práctico de Ribadeo y de Cariño. Se