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El primer mapa del ADN del mejillón gallego desvela sus «superpoderes»

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

monica ferreiros

Es la especie más resistente y sus moléculas podrían utilizarse como antivirales y para mejorar el cultivo

03 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El mejillón gallego, el Mytilus galloprovincialis, es un marciano. Esta frase se ha convertido en un latiguillo en boca del investigador del CSIC Antonio Figueras, que solo así puede explicar su asombrosa capacidad de resistencia, que le ha evitado sufrir episodios de mortalidad masiva, a diferencia de sus primos hermanos del Atlántico, Mediterráneo y de otras latitudes, y le ha permitido soportar situaciones de estrés producidas por la contaminación por metales pesados e hidrocarburos o relacionadas con el aumento del nivel del mar o la acidificación de las aguas derivadas del cambio climático.

El seguimiento de la especie ha permitido comprobar esta suerte de superpoderes, pero ¿de donde vienen? La clave está en su genética privilegiada y esto es lo que ha constatado un equipo de científicos del Instituto de Investigacións Mariñas (CSIC) y de la Universidade de Vigo que acaban de presentar la primera versión del genoma del Mytilus galliprovincialis, publicada en la revista científica Plos One. Aún queda por delante un importante trabajo para descifrar por completo los secretos del ADN de una especie que se está caracterizando como de una enorme complejidad, mucho más que la del rodaballo, cuya secuencia genética también se identificó en Galicia. Pero los primeros datos, por los que también están esperando investigadores de países productores de este molusco bivalvo en todo el mundo, han arrojado conclusiones significativas.

La primera hace referencia a la identificación de genes asociados a su privilegiado sistema inmune, que confiere al mejillón gallego una mayor resistencia a enfermedades frente a otros, como el Mytilus edulis del Atlántico, el más parecido al gallego, pero distinto. «Ahora podemos ver qué genes del sistema inmune le dan esta especial robustez, lo que nos dará pistas para ayudar a solucionar, por ejemplo, los problemas de mortandad que tienen en Francia, porque el mejillón gallego tiene una fortaleza muy por encima de la de su primo hermano», explica Antonio Figueras.

Resistencia a los tóxicos

El trabajo también ha permitido detectar genes asociados a la respuesta a los tóxicos, tanto a la contaminación por hidrocarburos como por metales pesados, o a situaciones de estrés asociadas con el cambio climático. Su aparato detoxificador es excepcional y la clave, una vez más, está en su ADN. Pero puede ocurrir que, con el tiempo, esta resistencia llegue a su límite en cuanto el escenario ecológico o ambiental sea mucho más extremo que ahora, si se agravan los efectos del calentamiento global. Por ello, la identificación de los genes relacionados con esta fortaleza pueden resultar vitales para, mediante selección genética, adaptarse a la adversidad.

Pero el mejillón gallego aún guardaba otra sorpresa: sus asombrosas propiedades antivirales. El equipo ha descubierto una serie de moléculas que podrían utilizarse para el tratamiento y prevención de las enfermedades causadas por virus en otras especies marinas. Y no solo eso, sino que también podrían servir de principio activo para terapias humanas. Podría, incluso, servir para curar el herpes.

Podría servir para mejorar el cultivo, pero es un objetivo que aún no se plantea

Tal y como ya se está empezando a trabajar con el rodaballo, el genoma del mejillón gallego podría servir para mejorar el cultivo de la especie. Por ejemplo, mediante la identificación de marcadores que permitan seleccionar a los mejores reproductores, a los que tengan un crecimiento más rápido, a los que ofrezcan más proteínas o a los que mejoren incluso su sabor. El abanico de posibilidades es muy amplio. Pero este no es el objetivo inmediato de la investigación. Y no lo es porque implicaría cambiar el sistema de producción para adaptarlo a un ciclo completo de cautividad, como en la acuicultura más convencional. Tampoco tendría sentido hacerlo ahora porque el sistema actual funciona. «La mejora genética de la especie aún no es necesaria, pero sí creo que es una dirección a la que tendremos que ir más tarde o más temprano», apunta Antonio Figueras.