No solo dan sombra, también ejercen un efecto comparable al del aire acondicionado
31 ago 2023 . Actualizado a las 22:10 h.No hay duda de que el calor se lleva mucho mejor bajo un árbol. Eso que algunas abuelas recuerdan que no es bueno descansar a la sombra de una higuera. Pero dice el doctor en Botánica e investigador en la Universidad de Azores, Martín Souto, que a pesar de lo que dicen algunos refranes «cualquier sombra de un árbol es buena», sobre todo con la ola de calor que se está viviendo en España. Y lo que ocurre con la higuera, al igual que pasa con cítricos como naranjos o limoneros, es que pueden provocar fitofotodermatitis, que es una inflamación de la piel provocada por el contacto con determinadas plantas, pero es necesaria la exposición al sol para activar el proceso. En el caso de la higuera (Ficus carica) tambien tiene una savia un poco tóxica al contacto con la piel o las mucosas.
Otras especies como el nogal (Juglans regia) o el laurel (Laurus nobilis) tienen la capacidad de evitar la competencia de otras plantas, lo que según Martín Souto se conoce como «alelopatía vegetal» cuyo principal efecto es inhibir la germinación de las semillas de otras plantas, «cosa que a las personas les afecta más bien poco».
Más allá de eso, dice que los árboles son buenos para plantar en cualquier lugar, «especialmente en las junglas de asfalto y hormigón». Y destaca la capacidad de los árboles para refrescar el ambiente. «No solo facilitan sombra, sino que transpiran. Esto quiere decir que exhalan agua a través de los estomas (aberturas microscópicas que tienen en las hojas) proporcionando un segundo mecanismo de aire acondicionado. A esto hay que sumar el dióxido de carbono que absorven y también el oxígeno que liberan», explica.
De hecho, un estudio realizado por el profesor Jonas Schwaab y su equipo de ETH Zurich publicado en noviembre del 2021 en la revista Natura Communications sobre el papel de los árboles urbanos en la reducción de la temperatura de la superficie terrestre en las ciudades europeas concluía que las áreas urbanas donde había árboles las temperaturas eran entre dos y cuatro veces más bajas que en las zonas cubiertas de cemento donde no había árboles. Las diferencias que hallaron tras revisar lo que ocurría en 293 ciudades europeas fue de entre 0 y 4 grados centígrados más bajos en el sur de Europa y de entre 8 y 12 grados en Europa Central.
Especies autóctonas
Y no hay duda de que en Galicia de eso sabían mucho. Porque como recuerda Martín Souto «las alamedas, olmedas y carballeiras fueron desde siempre imprescindibles en toda localidad como espacio de recreo y descanso». El problema es que en la actualidad, como recuerda, muchas olmedas han desaparecido debido a enfermedades provocadas por hongos como la grafiosis «o muchos carballos y álamos han sido sustituidos por plátanos». En este sentido, dice que aunque en la actualidad cada vez se plantan más especies foráneas en las ciudades, «se debería de optar por especies autóctonas».
No hay más que recordar la sombra que dan árboles autóctonos como, recuerdan también, «los carballos (Quercus robur), bidueiros (Betula pubescens) o pradairos (Acer pseudoplatanus) que son excelentes candidatos para ocupar nuestros parques y jardines». No descarta tampoco incluir en la lista «los laureles (Laurus nobilis) o acibros (Ilex aquifolium) de hoja perenne que tienen el aliciente de no perder las hojs en cada estación, lo que facilita el mantenimiento y son mucho mejore para realizar setos que las típicas tuyas o cipreses». Por eso no hay nada mejor que echar mano de los árboles para protegerse del calor.
