Material Minds Lab: así modelan nuestra mente los objetos que nos rodean

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

Un ambicioso proyecto con base en Santiago indagará en cómo la materialidad que construye el ser humano es capaz de modificar los procesos cognitivos: lo que construimos nos construye

25 may 2023 . Actualizado a las 19:17 h.

Las primeras veces que viajó al hemisferio sur, Felipe Criado,director del Incipit, no entendía por qué tenía problemas para orientarse. Siempre cogía la dirección contraria al lugar donde debía dar sus cursos. Hasta que un día, dio con la razón: su sombra estaba invertida. Hasta ese punto hay una serie de estímulos que, inconscientemente, modifican el pensamiento humano. Es algo así como el otro hemisferio de la materialidad: las personas modifican la realidad fabricando cosas, construyendo edificios, cambiando paisajes. Y al mismo tiempo, esas nuevas cosas cambian los procesos cognitivos del ser humano. 

Lo que construimos nos construye. Ese es el núcleo mismo del proyecto Xcape, una ambiciosa línea de investigación que quiere arrojar luz sobre las formas en las que la materialidad afecta a la cognición del ser humano, no solo en la actualidad, sino a lo largo de la historia. El proyecto, financiado por Europa en una de sus convocatorias más exigentes, aglutina a más de una veintena de personas de 14 países y expertas en ámbitos tan diferentes como la arqueología, la historia, la neurociencia, la filosofía, la etnografía y la computación para, durante los próximos seis años, buscar respuestas sobre de qué forma y hasta qué punto los mundos tangibles que crea el ser humano cambian su relación con esos mundos.

Y lo harán en un laboratorio único en el mundo, el Material Minds Lab, una base experimental ubicada en el edificio Fontán (sede del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, Incipit) que se centrará en desentrañar cómo las personas se relacionan con el entorno y cómo el entorno se convierte también en parte de las personas, la conocida como teoría de la mente extendida que, justo ahora, publicó hace 25 años Andy Clark, profesor de la Universidad de Sussex y otro de los investigadores principales de este proyecto. De hecho, el propio Clark no esperaba que lo que define como una nota al piel en una extensa obra de filosofía se convertiría un cuarto de siglo después en un proyecto científico de esta envergadura. 

La teoría de la mente extendida postula que la materialidad que creamos se convierte en parte de nuestro propio cuerpo, ayudándonos no solo a interactuar con el mundo, sino a percibir y comprender mejor todo lo que nos rodea. El ejemplo obvio es el de los smartphones, pero también hay otros: los objetos de una casa ayudan a recordar cosas y por es eso es posible que fuera del entorno una persona se desoriente. Y la relación de pareja construye vínculos de confianza en los que los miembros se apoyan: quizá uno pueda recordar mejor el nombre de los restaurantes y el otro acaba confiando en obtener así la información. 

Percepción es predicción, dice Luis M. Martínez, del Instituto de Neurociencias del CSIC. La frase viene a explicar que la mente trabaja con hipótesis basadas en un conocimiento adquirido desde el nacimiento. Cuando la realidad choca con esas predicciones, «se desencadena una respuesta neuronal y fisiológica que me hace explorar más, actualizando el modelo interno del mundo» y modificando por tanto la manera en como nos relacionamos con él. Y cómo lo modificamos. 

Eso ha ocurrido a lo largo de toda la historia del ser humano. Johannes Müller, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Kiel, explica que la fuerza de la arqueología es precisamente que permite observar el comportamiento humano en una gran cantidad de laboratorios: el mesolítico, el mundo romano... y en los momentos de transformación de las sociedades, a lo que se une ahora el proceso cognitivo a través del estudio de objetos, paisajes y estructuras. «Se ha demostrado que las sociedades que se cerraban a los cambios, colapsaban».

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El estudio del pasado, sobre cómo las sociedades han enfrentado los procesos de transformación y con qué habilidades ayudan también a comprender cómo estamos enfrentando los cambios actuales en un mundo cada vez más tecnológico y en el que buena parte de los estímulos son de carácter virtual. «Deberíamos ser conscientes de cuáles son los efectos conductuales que nos provoca sin darnos cuenta el mundo material al que estamos expuestos», afirma Criado

  Usando todo tipo de aparatos de medida mientras se estimula la cognición permite saber más de cómo nos relacionamos entre nosotros y con objetos y paisajes. «Una manera muy buena de empezar es estudiar los movimientos oculares que hacemos al explorar el mundo, porque revelan carga cognitiva, estrés, interés sorpresa, búsqueda de información...», explica Martínez. 

Una colección de cerámicas de los últimos 5.000 años ha permitido demostrar que los movimientos oculares varían en función de la pieza. Nos aproximamos de manera distinta a ella y es más, es posible saber qué pieza está mirando una persona tan solo con la información de sus movimientos oculares. En el Material Minds Lab, se rastrean esos movimientos oculares mientras sobre la pantalla van apareciendo diferentes imágenes, algunas pensadas para provocar sorpresa. También se observa la dilatación de la pupila y otras mediciones, como la actividad electrónica de la piel, la actividad cardíaca...

Cualquier persona puede ser voluntaria para formar parte de los experimentos de este gran proyecto, que tendrá como base de operaciones el edificio Fontán. Cualquier persona entre 18 y 70 años puede someterse a las pruebas que tienen una duración aproximada de entre 30 y 45 minutos.