La empresa produce alrededor de dos mil kilos de chorizos a la semana, además del resto de embutidos que trabajan. Para eso, cada lunes acuden al matadero de Verín y compran 35 cerdos -40 en la temporada de máxima venta, que va desde octubre hasta carnaval-, aunque durante los primeros años las matanzas las realizaban ellos mismos en la fábrica. Una vez que despiezan y trocean cada parte del animal, llega el momento de adobar la carne. «A clave está no afumado e en que o pemento e a materia prima sexan de boa calidade», afirma Carlos, mientras se reserva algún que otro secreto en la receta. Admite que el adobo lo realizan ellos mismos a base de pimentón, orégano, ajo y sal, y que, dependiendo del producto, lleva picante o no.
Tras la jubilación de Marucho, su familia sigue al mando del negocio y continúa la elaboración de los embutidos como el primer día. Más tarde les tocará a sus nietos, los hijos de Carlos y David, coger el legado de un oficio en el que, a pesar de las innovaciones industriales y tecnológicas, el resultado final sigue estando avalado por el perfeccionamiento artesanal. No hay más que descubrir que el despacho se encuentra en la propia cocina donde se ahúman los embutidos.