«Foi unha matanza terrible de abellas»

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

CARMELA QUEIJEIRO

Ochenta colectivos apícolas y ambientales se unen para reclamar a la UE el veto total de los insecticidas neonicotinoides, prohibidos de forma parcial hace cuatro años

06 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Foi unha matanza terrible». Xesús Asorey aún recuerda cómo antes de diciembre del 2013 las abejas desaparecían de forma vertiginosa de las colmenas ante un asesino implacable y silencioso: los neonicotinoides. «Había -relata- unha mortaldade media a nivel mundial de entre o 35 % e o 45 % das colmeas, pero había zonas de Galicia, próximas ás plantacións de millo forraxeiro, nas que chegaba ao 80 %. No meu caso había anos en que só quedaban dúas, unha ou ningunha colmea. E había que volver a empezar de cero».

Asorey lo hizo como apicultor, pero como secretario técnico de la Asociación Galega de Apicultura (AGA) no está dispuesto a volver a enfrentarse a un problema evitable. Ha optado, al igual que su organización y otras ochenta de toda Europa, por atajar la amenaza de raíz. Todas se han unido en la Coalición para Salvar las Abejas, que arrancó ayer de forma oficial. Su objetivo está bien definido: reclamar a todos los Estados de la UE la prohibición total de tres insecticidas neonicotinoides altamente tóxicos para las abejas: imidacloprid, clotianidina y tiametoxam. Los tres están vetados de forma parcial en Europa desde diciembre del 2013, en una decisión temporal que se tomó a la espera de conocer nuevos datos científicos en un sentido u otro. Desde entonces, las pruebas son abrumadoras. Incluso los estudios encargados por multinacionales químicas como Bayer y Sygenta han ido en contra de sus intereses. 

Tratamiento de semillas

Este tipo de insecticidas letales se pueden utilizar aún en invernaderos o al aire libre después de la floración, pero bajo ningún concepto se deben emplear en el tratamiento de semillas. Esta mínima medida ha permitido mejorar la recuperación de las poblaciones de abejas en los últimos cuatro años, pero no del todo. «Cuatro años después de la prohibición parcial de estas sustancias, nuevos descubrimientos científicos confirman que estas restricciones no son suficientes», según ha destacado la coalición en un comunicado.

Existe, sin embargo, la posibilidad de que la UE levante cualquier tipo de veto a los neonicotinoides, aunque no parece probable, porque la propuesta de la Comisión Europea, que se debatirá entre el martes y el miércoles de la próxima semana en Bruselas, pasa por ampliar la prohibición a todos los cultivos al aire libre.

Reino Unido, Irlanda y Francia han señalado recientemente que respaldan una prohibición más estricta, pero el resto de Estados miembros aún no han hecho públicas sus posturas.

La propuesta de la Comisión surge de las conclusiones de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, que aseguró en un informe que el uso de estas sustancias supone un riesgo para las abejas en todos los cultivos al aire libre, no solo en aquellos que son atractivos para los insectos. Varios estudios recientes también han mostrado que, en ocasiones, el agua y las flores silvestres contienen esta sustancia química, lo que puede suponer una amenaza para varias especies y para el medio ambiente en general.

«La ciencia es clara y contundente, los insecticidas neonicotinoides son una gran amenaza para las abejas y otras especies», subraya Luís Ferreirim, responsable de Agricultura de Greenpeace en España, quien entiende que «el Gobierno español no tiene ninguna razón para no apoyar una prohibición total».

Altera las neuronas de los insectos y afecta a su capacidad de orientación

Los neonicotinoides afectan a las abejas a nivel neuronal mediante la nicotina. Los compuestos se suelen echar en las semillas, en Galicia fundamentalmente en las de maíz forrajero, Cuando la planta está en floración, los insectos recogen el polen y el néctar, ambos infectados. Los efectos pueden ser agudos y morir inmediatamente. Pero las más habituales son las consecuencias subletales, ya que los químicos pueden afectar a su capacidad de orientación y aprendizaje, por lo que no saben volver a las colmenas y terminan muriendo. Si consiguen llegar a casa, los efectos continúan en la puesta de huevos. Las secuelas son crónicas, lo que pone en peligro la capacidad de supervivencia de la especie.