Coyoacán

J. C. ORTIZ

SOCIEDAD

16 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

VIENDO la exposición sobre Frida Kahlo que se muestra en Santiago me ha venido a la cabeza el barrio de Coyoacán, a las afueras de México D. F.. Lejos de la violenta urbe que es hoy la capital federal, sus calles empedradas, mansiones librerías y parques hacen del lugar un extraño paraíso. Allí vivieron Hernán Cortés, Octavio Paz, Leon Trostsky, Diego Rivera y Frida Khalo. Y allí se levanta la Casa Azul, el antiguo domicilio de los dos artistas plásticos, ahora reconvertida en sagrario de la belleza y donde aún se puede sentir en cada una de su habitaciones la sorda respiración de Frida. La pareja se fue a vivir allí en los años treinta después de que Rivera saliera escaldado de su aventura norteamericana: en un mural encargado para una de las paredes del Rockefeller Center de Nueva York pintó una cabeza de Lenin que duró dos telediarios. Caprichos de la geografía, Coyoacán acoge también la Casa de la Malinche. El trasfondo de la Malinche es uno de los más polémicos de ese país excesivo llamado México. Considerada la traidora de la cultura indígena y la madre del meztizaje, fue esclava, amante y colaboradora del allí demonizado Hernán Cortés. Ya en el siglo XXI, Frida y la Malinche parecen haberse vengado de la historia. La primera, considerada la amante de Diego Rivera y una aficionada a los pinceles, es ahora más conocida en el planeta que su pareja. Y la indígena que sirvió de intérprete a Cortés en la conquista de México es reivindicada como la esencia misma del país azteca.