Los colegios se empeñan en demostrar los valores para la vida y entran, sin embargo, en el agujero negro de presionar para que los chicos destaquen
30 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando veo esos ránkings de los colegios coruñeses con más aprobados en los exámenes de la ABAU me da repelús. Me provoca el mismo rechazo que el de los profesores selectivos que cuando estábamos estudiando marcaban con la señal de la cruz a los de malas notas y los apagaban en el anonimato de los que no destacaban. A los que pasaban desapercibidos me los he encontrado mucho tiempo después triunfando en sus profesiones y he visto también cómo algunos de aquellos loritos de repetición con matrículas de honor se ahogaban en la sequía del trabajo, cuando ya no se trataba de sacar el diez.
Cuesta mucho llegar a ver con nitidez que los buenos profesionales se miden con otro baremo, que no es precisamente el de un examen, por eso da tanta lástima observar que seguimos anclados en un ránking de notas que no se ajusta a la vida real. Esa es la contradicción. Las empresas no buscan sobresalientes, sino personas capaces, con actitud, responsables y con mucha mucha flexibilidad para adaptarse al trabajo y a los compañeros. «No te van a recordar por el currículum, sino por tu forma de ser», me dijo en una ocasión Victor Kuppers. De ahí que siga siendo decepcionante ver cómo a los chicos de 17 y 18 con aspiraciones, ganas y muchos sueños por cumplir se les capan sus vocaciones por un examen. El de un día en que tal vez te pusiste nervioso o tuviste la chorra de que te cayese la bola de la suerte.
Los colegios se empeñan en demostrar los valores para la vida y entran, sin embargo, en el agujero negro de presionar para que los chicos destaquen y después sobresalgan los centros en un ránking absurdo. Miro a mi alrededor y las personas a las que verdaderamente admiro no han sacado las mejores notas. Y son muy muy brillantes.