Mario Casas debuta en la dirección con una película de amor en una barriada

a. p. MADRID / COLPISA

SANTIAGO

Mario Casas, durante el rodaje de su primera película como director y guionista
Mario Casas, durante el rodaje de su primera película como director y guionista Luis Millan | EFE

El actor de 36 años también a coescrito el guion de «Mi soledad tiene alas»

28 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando sobrevino el confinamiento, el actor Mario Casas, de 36 años, sintió la necesidad de debutar en la dirección cinematográfica. Eligió a su hermano Óscar para protagonizar la película, rodada en La Mina, en Sant Adrià del Besòs (Barcelona), enclave y cuna del cine quinqui. La confianza en la guionista Déborah François le inspiró un sentimiento de seguridad. Con ella ha escrito el guion de Mi soledad tiene alas, una ficción que cuenta las tribulaciones de unos chavales en una barriada humilde. Si bien el actor se crio en un lugar deprimido de Martorell, la película dista de ser una recreación de su vida. «Es verdad que hay algunos nombres y guiños a mi juventud. Conozco bastante bien la cultura de la periferia de Barcelona, la cinta no tiene nada de autobiográfico», explica. Casas solo tiene elogios para el trabajo de su hermano: «Ha superado todas mis expectativas».

En la cinta, producida por Nostromo Films y que cuenta con la participación de Netflix, Óscar Casas está acompañado por los debutantes Candela González y Farid Bechara. El director ha apostado por intérpretes no profesionales, aunque en el reparto figuran veteranos como Francisco Boira (La mala educación) y Marta Bayarri (Félix, La riera). «He contado con actores que se han puesto por primera vez delante de la cámara porque buscaba frescura y naturalidad, algo que le diera a la peli un carisma diferente».

La película cuenta las andanzas de un grafitero llamado Dan (Óscar Casas) y sus amigos por un barrio marginal, donde atracan joyerías para salir del paso. Sin embargo, cuando un robo sale mal, a Dan y a sus compinches no les queda otra que huir a Madrid y cobijarse. Los asaltos a comercios no son el leitmotiv del filme, sino una manera de describir a unos personajes que se mueven en el filo de la navaja. El trance de la fuga sirve a los protagonistas para iniciar un viaje iniciático en el que transitan de la adolescencia a la madurez, al tiempo que experimentan el amor y la camaradería.

El título de la película alude a una de las aspiraciones de Casas, cuando se trasladó a Madrid en busca del sueño de ser actor. «Me sentí muy solo, pero al menos tenía un sueño».