Invisible, inodoro, indoloro

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

01 may 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

No es popular hablar o escribir de las aguas residuales. Y como no es materia que brille, sino que ensucia, apesta, y además no se ve con facilidad, corre el riesgo de quedarse fuera de las prioridades políticas. Claro está, salvo que la UE amenace con una multa multimillonaria y con el escarnio público; que una autoridad superior saque los colores a quien incurre en un flagrante incumplimiento institucionalizado no ya de toda legislación habida y por haber, que también, sino del más elemental sentido común. No, no me refiero a un país -con todos mis respetos para ellos- de África subsahariana, sino de una ciudad europea que es patrimonio de la humanidad. ¿Qué pasaría si las aguas residuales del centro de esa ciudad, de las viviendas del moderno Ensanche o de las rúas monumentales, fluyera a cielo abierto, pendiente abajo hacia el Sar y nadie pusiera freno a tan nauseabunda barbaridad? Posiblemente los compostelanos saldrían a la calle a exigir a las Administraciones que taponaran tan vergonzosa hemorragia o sus responsables se fuesen a sus casas. Bien, pues eso es lo que está ocurriendo cada día desde hace demasiados años y nadie hace nada para impedirlo. Con la ayuda de la canalización que esconde la repugnancia bajo nuestros pies, evitamos ser conscientes del atentado ecológico del que todos somos corresponsables. Invisible, inodoro, indoloro. Una terminal aeroportuaria o ferroviaria luce; una depuradora no mola y, para más inri, es tanto o más costosa. Compostela no puede seguir mirando a otro lado. La nueva depuradora de O Souto no puede demorarse más.