El inmueble del restaurante Casa Vilas de Santiago fue devuelto a sus dueños con graves desperfectos

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Denunciarán al hostelero por las deudas y los destrozos del inmueble

26 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El que haya entrado en el restaurante Casa Vilas de Santiago se preguntará cómo puede un inmueble deteriorarse tanto en tan poco tiempo. Del que fuera un restaurante referente de la cocina gallega solo quedan fotos en las hemerotecas. El inmueble está totalmente destrozado, por lo que sus propietarios presentarán en las próximas semanas una denuncia contra Paco Vilas por los daños en la casa y por la deuda del alquiler de octubre y noviembre (544 euros mensuales por toda la casa de 700 metros cuadrados) y el recibo del IBI del 2012 (2.998,36 euros).

Vilas cerró el restaurante en septiembre y entregó las llaves en el juzgado el 4 de diciembre. Un portavoz de los propietarios indicó que recibieron una llamada en septiembre, de un familiar de Paco Vilas, manifestando «que quería negociar» la salida de la casa. Los propietarios le dijeron que «no había nada que negociar, que entregaran las llaves y se fuesen». La familia propietaria acusa a Paco Vilas de «destrozar la casa por completo, arrancando cocina, mostradores, fregadero de mármol, puertas...». Aseguran que las «pocas mejoras que hicieron en la casa tenían que quedar para la propiedad». Paco Vilas, preguntado ayer por La Voz, declinó hacer valoraciones y solo dijo que «nos llevamos la cocina para pagar a los trabajadores, porque era mía». Los propietarios aseguran que cuando construyeron sin permiso el comedor, les ofrecieron el inmueble por 18 millones de pesetas, pero rechazaron la oferta diciéndoles que «para qué lo vamos a comprar si lo tenemos gratis». La familia apuntó que en el 2010 la Justicia falló a su favor por otro impago de alquiler y que tenían previsto volver a denunciar, «ya que al tercer impago se lograría el desahucio».

Ni rastro del Vilas

El panorama encontrado en la casa fue desolador. No hay ni rastro del mostrador y estanterías que recibían a los comensales. No hay puertas ni bisagras; las neveras de las escaleras han desaparecido. Del comedor principal solo queda la moqueta. Los interruptores de la luz y los focos del falso techo, que amenaza con caer, han desaparecido. Las ventanas decorativas dejaron paso al ladrillo. Los muebles y electrodomésticos de la cocina fueron arrancados.

En las escaleras faltan varias piezas de la balaustrada de hierro. En las dos únicas estanterías sorprenden varios tomos de la Larousse, una colección de Geographica Europa y una orla del Centro Superior de Hostelería de Galicia del curso 94-95.

En la segunda planta y en el ático quedan varias camas, una con colcha, lo que contrasta con las goteras que caen del tejado y con las paredes muy deterioradas por el agua.