Los algoritmos ya construyen las ciudades del futuro: así cambia la gestión urbana a través de datos

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

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El 80 % de la población europea vive en entornos urbanos, lo que supone un desafío. La inteligencia artificial y el uso de datos de calidad permite tomar decisiones más eficientes y sostenibles

22 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El futuro urbano se construye con datos. La digitalización y el uso inteligente de la información se consolidan como la gran herramienta que permite diseñar urbes más sostenibles, eficientes y pensadas para el bienestar de las personas. En un momento en que alrededor la 80 % de la población europea vive en entornos urbanos, la gestión inteligente de la energía, la movilidad o los residuos se ha convertido en una prioridad. Las soluciones digitales —desde la sensorización del tráfico hasta el análisis predictivo del consumo energético— permiten optimizar recursos y reducir el impacto ambiental, siempre que se disponga de datos fiables, bien estructurados y compartidos.

«Hay aplicaciones diversas —explica Antonio Rueda, director de la Fundación VASS—: energía, movilidad, agua, residuos o mejora de servicios públicos. Lo importante es que las decisiones no se tomen por inercia o por costumbre, sino sobre la base de información de calidad. Con la inteligencia artificial y la tecnología tenemos una oportunidad extraordinaria para hacerlo bien». Esa es, precisamente, una de las conclusiones del foro Ciudades Digitales, Ciudades Sostenibles, organizado por la Fundación VASS y la Universidad Complutense de Madrid, en el que expertos, académicos y representantes públicos analizaron cómo la tecnología está transformando la manera en que se planifica y gestiona el espacio urbano.

Rueda insistió en que el reto principal no es tecnológico, sino cultural y organizativo. «Los datos muchas veces no son finos, están dispersos y dependen de actores que ni se entienden o ni quieren entenderse», advirtió. «La tecnología ayuda, pero hay que organizarse: compartir, interoperar, tener modelos claros de gobernanza. Al final, la calidad de los datos depende del ser humano», afirma.

Porque la transformación digital de las ciudades no consiste solo en colocar sensores o crear aplicaciones,sino que implica un cambio profundo en la forma de trabajar de administraciones, empresas y ciudadanos. En la primera mesa redonda del foro se subrayó que la coordinación entre áreas y la superación de resistencias internas son esenciales para que la digitalización tenga un efecto real. «Para hacer cosas buenas lo primero es ordenar los datos. Quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra. Antes de pensar en la inteligencia artificial, hay que tener claro qué queremos medir y cómo»., afirma el responsable de la Fundación VASS. 

Muchas administraciones acumulan información sin saber exactamente cómo aprovecharla. Desde la planificación del transporte público hasta la gestión del agua, el análisis de datos puede marcar la diferencia entre una política eficaz y una decisión basada en intuiciones. Pero la tecnología, sin una estrategia común, corre el riesgo de convertirse en una herramienta más sin impacto real.

Uno de los temas clave del foro fue la creciente dependencia de los sistemas automatizados. Si bien la inteligencia artificial permite identificar patrones y prever comportamientos urbanos, Rueda recordó que «el ojo humano, la experiencia y el contexto siguen siendo fundamentales».

«Muchas veces establecemos un marco de análisis y ya queremos leer los datos en la dirección que nos conviene», señala. «Hay que ser sensato, estar abierto a cambios y mirar los datos con una actitud fresca, sin prejuicios».

Los expertos coinciden en que la clave está en la colaboración y la interoperabilidad. «Para gestionar bien la movilidad, por ejemplo, la policía local debe compartir información, pero no siempre hay tradición de hacerlo», reconoce Rueda. «Si no se homogenizan y normalizan los datos, se crean sombras en la recolección y la interpretación. Y esas sombras acaban distorsionando la realidad».

El valor de los datos no reside solo en su volumen, sino en su capacidad para conectar realidades y actores. La integración de fuentes de información diversas —desde sensores urbanos hasta registros administrativos— permite comprender mejor los problemas y anticipar soluciones. Pero compartir esa información exige confianza y transparencia.

«No vamos a inventar una nueva sociedad del dato», matiza Rueda. «El problema es que detrás de cada dato hay un responsable, y a veces existe resistencia a compartirlo por miedo a que cambie las cosas». Sin embargo, sin colaboración y sin voluntad política, la digitalización se queda a medio camino. Y esa colaboración debe incluir también a la ciudadanía, cuya demanda de opciones sostenibles puede acelerar la transición hacia un modelo urbano más responsable.

Otro de los cambios de paradigma que emergen con la digitalización es el paso de los planes urbanos estáticos a la monitorización en tiempo real. Los sistemas de análisis de datos permiten detectar patrones de consumo energético, flujos de tráfico o contaminación y adaptar las decisiones de manera inmediata. «Estamos pasando de una gestión rígida a otra basada en datos en tiempo real. Pero eso exige una mentalidad nueva, porque muchas veces los datos nos contradicen y nos obligan a revisar nuestras propias hipótesis», afirma el director de la Fundación VASS.

El uso de inteligencia artificial en este contexto abre enormes posibilidades, pero también plantea nuevos retos. La dependencia excesiva de los algoritmos puede generar una pérdida de criterio propio y un aumento del impacto ambiental por el uso intensivo de energía en los sistemas automatizados. Por eso, los expertos reclaman una tecnología mindful, consciente y con propósito social, alineada con los valores de sostenibilidad y equidad.

Aunque algunas ciudades españolas como Madrid, Valencia, Vitoria o Zaragoza han dado pasos significativos en el uso de datos urbanos, el camino por recorrer sigue siendo largo. «Estamos todavía en los inicios», reconoce el director de la Fundación VASS. «La buena noticia es que la sostenibilidad ya no se percibe como una bandera ideológica, sino como una necesidad común. Eso hará que los cambios lleguen mucho más rápido».

En definitiva, la digitalización no es un fin en sí misma, sino una herramienta para mejorar la calidad de vida y reducir desigualdades. «La sostenibilidad urbana no puede abordarse sin una gestión inteligente de los datos y sin una visión tecnológica orientada al bienestar social», afirma Rueda. «La digitalización permite optimizar recursos y construir ciudades más justas, eficientes y responsables».

El desafío ahora pasa por consolidar una red de colaboración, ya que la ciudad digital no es un proyecto del presente. En palabras de Antonio Rueda, «todo esto empieza hablando de tecnología y acaba hablando de personas».