La hora de la cena era la oportunidad para conocer más lugares de la provincia. Era cuando podía salir fuera, porque de día los entrenamientos deportivos consumían la mayor parte de las horas. En los últimos años, aprovechando sus estancias en Sanxenxo, ha pasado por restaurantes de O Grove, Vigo, Pontevedra, Baiona y Cuntis, por citar algunos. Y en la carta había un marisco que siempre estaba entre sus preferencias: los percebes. Otra de sus paradas habituales en las Rías Baixas era Baiona. No se perdía, salvo por motivos de salud, la regata Príncipe de Asturias. Su lugar de referencia era el Monte Real Club de Yates. Allí se reunía con amigos y almorzaba en jornadas vinculadas a las competiciones deportivas. Una de sus últimas estancias fue en el 2018. En marzo, coincidiendo con las fiestas de la Arribada, comió con unos amigos en el restaurante Rocamar. Meses más tarde, ya en verano, el rey emérito decidió estrenar en sus aguas el nuevo Bribón, un velero de clase 6m que habían reformado en el astillero Rodman de Vigo.
Juan Carlos I acudió en sus funciones como jefe del Estado en numerosas ocasiones a Galicia: a Marín, a la entrega de reales despachos por el día del Carmen; a Santiago, por el día del Apóstol, y un largo etcétera de visitas institucionales. Pero su idilio con Sanxenxo se remonta al 2000, cuando visitó la villa y lo llevaron a comer a Casa Checho, en la isla de Ons. La Voz de Galicia contó que, ese día, el rey emérito saludó a todos los camareros y cocineros del restaurante. Tras desvincularse de la actividad de la familia real, la capital turística de O Salnés era la única cita fija en su agenda. Dicen que fue uno de sus últimos destinos antes de abandonar el país. Voló a República Dominicana desde Oporto, pero antes hizo una parada en Sanxenxo. Allí era un vecino más. Y presumía de que «en Galicia nunca chove».