Vivir eternamente en una pensión: «Teño a un señor de 84 anos ao que ata lle pincho a insulina»

PONTEVEDRA

Lucía Amaro, de Casa Alicia de Pontevedra, cuenta que algunos de sus huéspedes llevan años residiendo en un cuarto sin derecho a cocina: «O requisito é pagar por adiantado»
24 ene 2025 . Actualizado a las 20:30 h.En Pontevedra, como en otras muchas ciudades, sobreviven algunas pensiones con solera; son alojamientos de antes que paradójicamente están encajando como anillo al dedo en los nuevos tiempos. ¿Por qué? Porque sirven de hogar, de posada de larga estancia, para quienes no logran acceder a una vivienda en este momento en el que alquilar un piso implica cumplir numerosos requisitos, además de desembolsar una cantidad importante de dinero. Entrar en dos de estas posadas es topar realidades a veces bien desconocidas, como las de las personas que llevan años residiendo de pensión en pensión porque ni tienen nómina ni una paga que les sirva de aval para alquilar otra cosa. En estos alojamientos el único requisito es pagar por adelantado. No hay derecho a cocina ni a salón. La vida se hace de puertas adentro del cuarto y, si hay ingresos, se come de fonda y si no los hay en el comedor social.
La primera parada es en Casa Alicia, un establecimiento de la zona monumental de Pontevedra que lleva abierto más de medio siglo y que desde hace años lo regenta Lucía Amaro, que vive en la misma casa en la que ofrece las camas. Lucía cuenta que, efectivamente, tiene varias habitaciones ocupadas por inquilinos de larga estancia y que nunca faltan clientes para más cuartos, pero ella prefiere tener siempre alguno libre para los peregrinos o turistas de paso. ¿Cuál es el perfil de esas personas que viven eternamente en una pensión? «Son casos distintos, pero posiblemente o que teñen en común é que o que os ingresos cos que contan non lles dan para un piso, onde che piden fianza ou nóminas. Para min o único requisito é pagar por adiantado e abonan arredor de 400 euros por mes. Aquí vive unha parella que os dous teñen unhas pagas baixiñas e xa levan sete anos, está tamén dende hai dous anos un mozo de Madrid e teño tamén a un señoriño de 84 anos que, de non vivir con nós, non sei que sería del, porque non ten familia aquí. Este home estivo no hospital e cando lle deron a alta veu para aquí». La patrona habla así, en la puerta de su vivienda pensión, que recuerda a los alojamientos de los años ochenta y que está limpia y ordenada al milímetro, y reflexiona: «Este señor é como ter un avó ou un pai na casa. Eu ata lle pincho a insulina, é como da familia. Chegamos a un acordo e tamén lle dou comida e cea».
Justo cuando Lucía habla sale del cuarto uno de sus inquilinos de larga estancia. El hombre da los buenos días y se encamina a la calle. Se llama Juan, estuvo viviendo en Madrid y con la pandemia regresó a Pontevedra. Lleva dos años residiendo en la pensión y lo hace porque no encuentra otra alternativa: «Yo estoy cobrando el Ingreso Mínimo Vital, unos 400 euros. Me gustaría estar en una vivienda compartida pero no encontré, y aquí al menos tengo un techo. Para chicas hay bastantes pisos donde se alquilan habitaciones, pero siendo hombre es mucho más complicado». Él prácticamente invierte todo lo que ingresa en el alquiler de la pensión, así que para comer se busca la vida en el comedor social: «No queda más remedio, es lo que hay», resume.
Un poco más allá de la zona histórica, en la calle Santa Clara, está una pensión con ese mismo nombre. Tiene también casi tanta solera como Casa Alicia. Allí también hay algunos inquilinos de larga estancia. No tienen derecho a cocina, pero la patrona sí les cede un microondas y un calienta leches para que puedan desayunar o tomar un vaso de leche a la noche. Se cobra por día, alrededor de treinta euros, negociables casi siempre si se trata de un inquilino a largo plazo.
«Tengo 75 años, vine de A Coruña a Pontevedra, estuve buscando casa y no apareció nada»
Prefiere no desvelar su nombre. Pero sí accede a contar su historia. Es un hombre ya en edad de estar jubilado que lleva dos meses residiendo en una de las pensiones con solera de la ciudad de Pontevedra. Dice que esta es la alternativa de pernocta que encontró después de dos meses tratando de alquilar una vivienda: «Vine de A Coruña a Pontevedra, estuve buscando casa y no apareció nada. De momento cogí esto y a ver lo que puedo aguantar aquí», señala. Luego se encamina a hablar con otras dos personas que le están esperando en un banco de la calle Santa Clara. Todos opinan lo mismo: «Lo de vivir aquí se ha vuelto difícil».
En Pontevedra hay distintos negocios, como pensiones u hostales, donde pernoctan personas que tienen bajos ingresos y que combinan estas estancias en habitaciones alquiladas con el paso por el albergue de Cáritas. Porque en este último establecimiento no se puede estar de forma indefinida, sino que se trata de un alojamiento de paso en el que cuando se completan unos días hay que levantar el campamento.
«Levamos moitos calotes»
Desde las pensiones indican que tras muchos años de experiencia lo que tienen claro que el pago por adelantado es obligatorio. «Levamos moitos calotes», insisten con una sola voz. No le fían a nadie, discriminan bastante a la hora de elegir a los huéspedes, ya que tratan de evitar personas que generan polémicas o incluso provocan destrozos. Algunas pensiones tomaron la decisión de no aceptar huéspedes más allá de la medianoche. «Chaman ao timbre e ao teléfono pero xa non atendemos a ninguén», indican desde Santa Clara.
Únete a nuestro canal de WhatsApp
Mercedes, pontevedresa de 55 años: «Cobrando la Risga es imposible vivir en un piso. Están por las nubes»
Los testimonios de personas que no logran encontrar vivienda en Pontevedra no dejan de sucederse. Lo certifican así en Boa Vida, una oenegé especializada en ayudar a personas en riesgo de exclusión social que recibe numerosas quejas de quienes no logran acceder a un techo en unas condiciones mínimamente dignas. Mercedes García Boullosa está en ese caso. Tiene 55 años, dos gatos que asegura que son «tremendamente buenos» y muchas ganas de vivir de forma independiente. Pero no lo consigue: «Llevo tres años buscando y no hay manera. Cobrando la Risga es imposible vivir en un piso. Están por las nubes».
Mercedes pone voz a su desesperación. Dice que trabajó «en todo lo que fue saliendo», como limpieza de casas, garajes o acompañando a personas mayores en el hospital. Pero señala que conforme fue cumpliendo años se fueron apagando sus expectativas laborales y que hace tiempo no encuentra ocupaciones como le ocurría antes. Está viviendo con unos familiares en la parroquia pontevedresa de Lérez y ayuda a cuidar un niño. Pero tendría tiempo para trabajar cuando el pequeño acude a la escuela. «Por lo que veo buscan a gente más joven», asegura.
Dice que buscó y rebuscó piso pero no encuentra básicamente por dos motivos. Para empezar, las rentas que le piden están fuera de su alcance, dado que cobra únicamente la Risga y eso son solamente unos 500 euros. Y, para continuar, nadie acepta a sus mascotas, a sus dos gatos, a los que no quiere renunciar: «Me duele que nos midan a todos por el mismo patrón porque mis mascotas están limpias y tienen un comportamiento excelente, jamás destrozaron nada».
«Piden mucho dinero»
Una mujer joven, de origen marroquí, narra también el problema al que se enfrenta. Está viviendo en Sevilla, pero quiere venir a la ciudad del Lérez para residir con su madre y su hijo, de corta edad. Dado lo difícil que es topar piso, antes de viajar comenzó a poner anuncios en las redes sociales para ver si aparecía algo que alquilar. De momento, no hay tenido suerte. «Piden mucho dinero, podemos pagar hasta 500 euros, pero no más. Y todo está por encima de ese precio», indica. De momento su madre vive con un familiar y ella y el niño siguen fuera de Galicia. «Llevamos un mes buscando, a ver qué sucede», dice esta persona.