—¿Hay posibilidad de una gira que les traiga a Pontevedra?
—Es un proyecto de una productora catalana pequeña. Sí que se intentó hacer girar... Justo antes del covid estaban valorándolo, pero vino la pandemia y se frenó todo. No puedo decir nada.
—Viendo su amplio currículo, no cabe duda de que es todo un animal de la escena...
—(risas) Sí. La verdad es que pasan los años y uno se sigue dedicando a algo que empezó como un juego, como una pasión, como una forma de huir de la realidad que no te acababa de gustar. Esto se acaba convirtiendo en una profesión en la que, para pagar las facturas, digo que no a muy pocas cosas. Me encanta. Ha habido temporadas en las que estaba en Madrid y me iba a Barcelona a rodar una serie, cojo un avión a última hora para ir al teatro, actúo, duermo y me vuelvo a coger un avión a Barcelona para volver a rodar. Y la semana que viene tengo un anuncio y por el camino me hago un cásting. Llevo así dos o tres meses. Los actores como tenemos que memorizar el texto, hay algo ahí que a todos los compañeros nos pasa, que es que la noche antes no duermes bien. Es porque tienes un texto que tienes que decir y es la primera vez que la haces delante de gente. A veces, ni conoces al compañero o compañera con el que vas a actuar. Hay una energía, no obstante, que aunque no duermas te mantiene como una rosa, fresco. Es la pasión por este oficio. Es como dice Concha Velasco, que estás resfriado y llegas a un teatro y se te pasa. Es así. Yo lo he experimentado. Me acuerdo una vez rodando con Mota. Al principio yo no lo conocía y me iban llamando muy poco y gusto un día lo hicieron y estaba resfriado. «Tiene que ser mala suerte», pensé. Llegué y le dije: «Lo siento. Estoy un poco resfriado». Y me dice, «que va, si estamos todos igual». En un plató, en un escenario, cualquier enfermedad desaparece. He llegado a actuar con muletas. Me caí con la moto cuando estaba haciendo una obra en Barcelona. Era una cena espectáculo de un restaurante y le digo a la directora: «Yo, si tú me dejas, me veo haciendo la obra». «Sí, te ponemos una silla», me contestó a lo que respondí: «No, no. Me voy a mover entre la gente. Voy a hacer lo mismo». Y fue una experiencia espectacular.