¿Te atreves a comer a ciegas?

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

EMILIO MOLDES

La ONCE abrió ayer los actos de su 75 aniversario con dos propuestas para ponerse en la piel de un invidente

02 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo decía el director del centro de recursos educativos (CRE) de la ONCE en Pontevedra, José Ángel Abraldes, antes de empezar: «Es una experiencia que, cuando se vive, no se olvida». Se refería a ponerse en la piel de una persona ciega durante unas horas. Fueron dos propuestas, en colaboración con el CIFP Carlos Oroza, con las que la ONCE abrió los actos del 75 aniversario de su colegio en la ciudad. Los invitados fueron miembros de la sociedad civil, política y empresarial de Pontevedra.

La primera parada fue un paseo guiado por el jardín de la camelia de la ONCE. Luis Miguel Santiago, uno de los alumnos, explica que forma parte de un proyecto de turismo universal del centro educativo. Del ganchete de los estudiantes y con un antifaz en la cara, experimentan cómo es caminar a ciegas o cómo es tocar u oler una camelia sin ver. Prueban esas sensaciones, entre otras, las concejalas Aurora Cañizares (PP) o María Rey (Ciudadanos), Mónica Touriño, gerente de Amencer-Aspace, o Lupe Murillo, presidenta del Pontevedra CF.

Tras un chaparrón de invierno llega el segundo acto, ya a cubierto. El reto, una comida a ciegas. «Algo cotidiano para nosotros -señala Abraldes-, que va a ayudar a concienciar». Todos los comensales, con alguna excepción, se tapan los ojos. El menú, también en braille, estaba en cada plato. Fue especialmente elaborado para la ocasión por estudiantes de 2º de los ciclos medios de Cociña e Gastronomía y Servizos en Restauración, y de 1º y 2º del ciclo medio de Panadería e Pastelería. Todos ellos supervisados por los profesores Francisco Orge, Tina Vázquez, Manuel Patiño y Manuel Cordido, respectivamente.

Con el antifaz la primera sensación es de cierto agobio y desorientación. Se agudiza el oído, se entabla conversación con los comensales de al lado y enseguida llega la ayuda. Se apuntan al desafío, entre otros, la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, la subdelegada del Gobierno, Ana Ortiz, la concejala de Benestar, Anxos Riveiro, la decana de Belas Artes, Silvia García, o el jefe territorial de Educación, César Pérez. Los alumnos que ejercen como camareros se convierten en los ojos que ahora no ven. Con un ligero toque en el hombro, anuncian las bebidas, los cubiertos y los platos. Los entrantes tienen a la camelia como protagonista. Para el primero la instrucción que dan es muy útil. Se usan los números de un reloj. «A las nueve tiene una esfera de yogur con aroma de camelia, y a las tres una tosta de bacalao con aceite de camelia», lo canta Rubén. Es quizá el plato más sencillo para estos ciegos por unas horas. Más complicación tiene el primero de los tres centrales. Un dúo de cremas de puerros y zanahorias con queso de cabra, labras de jamón y semillas de sésamo. Acertar con la cuchara y pescar las bolas de queso tiene su dificultad. En el pescado, un taco de salmón marinado con puré de patata, ayuda mucho el que no tenga espinas. Ya con los estómagos a rebosar cierra los platos un salteado agridulce con verduritas, ave y solomillo de cerdo.

Antes del postre, y ya con muchos de los asistentes liberados del antifaz, se sirve el cava. También tiene su riesgo el semifrío de chocolate blanco y vainilla con cremoso de chocolate negro y crocante. Prueba superada y una experiencia para no olvidar.