Los propietarios del local de La Ibense denuncian que el inquilino picó las paredes de los servicios, cortó cables y arrancó puertas antes de irse
21 nov 2012 . Actualizado a las 18:20 h.Váteres rotos, cables cortados, paredes picadas o tuberías serradas es la imagen que ayer se encontraron los propietarios del local de La Ibense cuando los agentes judiciales llegaron a desahuciar al inquilino. Los propietarios del bajo comercial acusan al dueño de la Ibense, Salvador Santiago, de destrozar el bajo antes de abandonarlo por el impago de las mensualidades desde febrero y de numerosos recibos del agua, que según indica una de las propietarias, Pilar Varela, asciende a 30.000 euros. La fecha del desahucio estaba previsto para el 18 de diciembre, pero el lanzamiento se produjo ayer «al no entregar las llaves como le requirió el juzgado», indicó Varela Sieiro, quien lamentó que este episodio acabase con las instalaciones completamente destrozadas. Además de llevarse la madera que recubría el mostrador principal, el local amaneció sin los motores de la fosa séptica, ni la iluminación, ni las puertas y con agujeros en las paredes de los servicios. Salvador Santiago firmó el contrato en diciembre del 2006, pero hasta febrero del 2007 no comenzó a pagar, según recoge el contrato firmado entre el arrendatario y el hostelero.
En el último año las mensualidades ascendían a 2.400 euros. Ante los numerosos destrozos, un perito evaluó los daños para calcular la cuantía y poder presentar ahora la denuncia. Tras un primer juicio en marzo, Salvador Santiago pagó una parte de la deuda, pero «cuando hubo la segunda vista dio una pequeña cantidad y nada más», explicó Pilar Varela, que asegura que llegó a pagar recibos de agua de hasta 933 euros. En el segundo juicio, a principios de noviembre, el juez dictó ya la orden de desahucio. «Lo peor es que nosotros oíamos ruido dentro desde que cerró y no podíamos hacer nada», explica una de las hermanas, visiblemente afectada por los destrozos. Reconoce, además, que al declararse insolvente «no tenemos nada que hacer».