Alba García, médica y cooperante: «De Kenia me quedo con todo el amor que vi, pese a la miseria»

f. Ulloa OURENSE / LA VOZ

RIBADAVIA

Alba García en la entrada del hospital en el que realizó su labor como cooperante durante seis meses
Alba García en la entrada del hospital en el que realizó su labor como cooperante durante seis meses

El Colegio de Médicos de Ourense premió el proyecto que desarrolló con la Fundación Palbo Hosrstmann para organizar las urgencias en el King Fahd Hospital

08 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Alba García Moreira (Ribadavia, 1987) decidió embarcarse en un proyecto de cooperación con la Fundación Pablo Horstmann solo llevaba en la cabeza aportar su experiencia como médica de urgencias en Lamu (Kenia). Pero acabó diseñando un sistema de triaje que ha llamado la atención del Colegio Oficial de Médicos de Ourense. La entidad seleccionó su proyecto como ganador del premio Ayuda a Oenegé que otorga anualmente.

—¿Qué encontró cuando llegó a ese destino como coooperante?

—La Fundación Pablo Horrstman lleva desde el 2007 ofreciendo atención pediátrica en esta provincia, una de las más pobres de Kenia, a solo 100 kilómetros de la frontera con Somalia donde actúa un grupo terrorista. Comenzaron con un pequeño hospital dentro de un orfanato y fueron formando también profesionales. Toda esa labor pediátrica ha ido pasando al King Fahd Hospital, que es público. Tendrá el tamaño del comarcal de O Barco pero para una población de 150.000 personas y carecía de organización en urgencias. Me pareció que mejorar eso era lo mejor que yo podía aportar. Le planteé la idea a Ana Sendagorta, la presidenta de la fundación, y le pareció bien.

—¿Completó la tarea?

—Eso se hará gracias también a esta ayuda del Colegio de Médicos de Ourense. Yo solo estuve allí seis meses en los que también había que ocuparse de la asistencia y de la formación. Daba cursos de urgencias para los profesionales de allí. El objetivo de la cooperación en países en vías de desarrollo es que a futuro no necesiten cooperantes, que sean capaces de desarrollarse por sí mismos. Hay 70 pediatras en toda Kenia, con una población de 90 millones de habitantes.

—¿Qué le llamó más la atención?

—Aquello es otra forma de ejercer la medicina. No solo porque no hay recursos y tienes que medirte en todo, desde los guantes al esparadrapo o las gasas, sino porque no existe la presión de aquí porque la gente no va a los hospitales. No pueden acceder con facilidad, tanto por las distancias como porque necesitan tener dinero tanto para llegar como para la asistencia porque aunque sea sanidad pública hay unas tasas. Además las familias son grandes y depende de que el padre quiera pagar o no, porque la mujer no es dueña del dinero.

—¿Le sirvió para aprender algo en lo personal?

—Tantas cosas que estaría dos días hablando. Me quedaría con todo el amor que vi, pese al nivel de miseria. Recuerdo a una niña quemada que llegó en un colchón con el que su padre y su hermano caminaron tres días y sus noches. También aprendí a ejercer la paciencia, lo que para una persona impulsiva como yo viene muy bien. Otra de las cosas que entrenas es la toma de decisiones, porque allí no puedes esperar a pruebas diagnósticas.