Las cuatro tortillas ourensanas que no te puedes perder

OURENSE

Miguel Villar

Alborada, Borea, Arco da Vella y Frade son cuatro locales ourensanos en los que degustar el plato

04 nov 2019 . Actualizado a las 12:06 h.

Pocos son los ingredientes que hacen falta para hacer una tortilla. En principio dos: huevos y patatas. Detrás queda el debate sobre si la auténtica española lleva o no cebolla. En Ourense se comen buenos grelos, buen pulpo y buena castaña, entre muchos otros, pero eso de saber cocinar una tortilla de patata en condiciones parece ser intrínseco a la abuela de cada casa, sea de donde sea. Aquí van las cuatro que no te puedes perder.

Al punto la del Borea

Manuel Herrero, propietario de la cafetería Borea desde 1987, bromea con que la de su bar es la mejor tortilla de toda la provincia. «Triunfa y lo lleva haciendo desde hace cuatro años», afirma. Manuel adquirió el local siendo un pub, que mantuvo hasta 1997, cuando decidió darle un cambio de aires y convertirlo en café bar. Ahí fue cuando su esposa, Luisa Cabrera, se puso al mando de la cocina y sus tortillas comenzaron a ganar fama. «El único secreto es hacerla totalmente artesanal. Frío y monto cada tortilla al momento, por eso siempre está al punto», explica Luisa. Y hasta ahí puede leer. La del número 31 de la calle Curros Enríquez tiene cebolla: «Eso sí, muy cortadita para que no se note». El pincho cuesta 1,40 y entera, por encargo, 14 euros.

Con tiempo en el Alborada

Las manos de Belén Gonzáles y las de Miguel Fernández, matrimonio que regenta el bar Alborada, son las encargadas de realizar las tortillas que mejor saben según los vecinos de la zona. Belén intenta apelar al cariño con el que se hacen para justificar el éxito que cosechan, pero ha de haber algo más y entonces explica: «El tiempo que me paro con cada una es lo más importante. Tardo una hora en hacer una tortilla y eso al final se traduce en mimo y en dedicación». Ella hace todas las tortillas que se encargan al día -entera vale 11 euros- mientras Miguel cocina las de primera hora de la mañana, que irán destinadas a los pinchos, por 1,10 euros cada uno. Hace siete años que están situados en la esquina entre la avenida de la Habana y la de Buenos Aires, y aunque en un principio pensaron en cambiar un poco la tradición de tortilla que ya existía en ese local, la demanda impidió que así fuese. «Queríamos poner empanadillas, pero la verdad que los clientes que vienen por la tortilla son muchísimos y ahora estamos encantados», finaliza Miguel.

Poco hecha en Arco da Vella

El Arco da Vella lleva treinta años en el número 9 de la rúa dos Fornos y desde que abrió, dice su dueño, José Antonio Fernández, apostaron por la española: «Cayó bien y decidimos dejarla. Trabajamos la cocina de toda la vida, por eso nos pareció desde el principio que la tortilla no podía faltar». La característica más visible de la suya -que cuesta 12 euros entera y 2 por pincho- es que en cuanto se corta se desparrama por el plato. «Lo más importante es que esté muy poco hecha». Lo dice Carmen Álvarez, la encargada, junto a otras dos personas, de hacerlas. Le quedan siempre igual, con el huevo suelto y la cebolla imperceptible, destreza que adjudica a la experiencia: «No sé cuántas he llegado hacer hasta hoy pero, con las patatas ya freídas, tardo sobre tres minutos en tenerla lista». Salen unas trescientas por semana, suficientes para demostrar que a la gente les gustan.

En el Frade la hay confitada

Al lado del restaurante anterior, en el número 11, está el Frade. Aquí las tortillas se comen por pinchos. La clásica cuesta 2,90 euros y la novedad, la confitada vale 3. «Ahora mismo creo puede llegar a ganar la confitada. Es una tortilla que lleva cebolla caramelizada y más yemas que claras», explica Rubén Sánchez, encargado. Decidieron apostar por una versión renovada, aunque sus tortillas siempre tuvieron fama. «Creo que es el boca a boca lo que más nos funciona. Pero también es peculiar el corte, laminado y fino, de la patata y dejarla reposar unos diez minutos con el huevo, para que lo absorba, así queda jugosa pero bien hecha», explica uno de los propietarios, José Barreiro.