Los que llegan para quedarse

Antonio Izquierdo CATEDRÁTICO DE SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

18 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Andamos estos días a vueltas (y revueltos) con el reparto solidario de los menores y mayores varados en Canarias. Inmigrantes que vienen para quedarse. Me van a permitir que les ayude a situarse en el panorama migratorio de lo que definimos como inmigración permanente, aquella que entra cada año legalmente y con un permiso para establecerse. Luego están «los otros», los volanderos que están unos meses y luego se van.

Son cinco las vías de entrada para los flujos de inmigrantes de fuera de la UE (extracomunitarios) y permanentes, a saber, la entrada como familiar; la llegada como trabajador, la corriente humanitaria, y la que se habilita para la libre circulación de los ciudadanos de la UE. Por último, un abanico de causas y perfiles que agruparé en «otros». ¿Dónde situar a los menores que llegan solos? En la puerta de entrada humanitaria.

He prometido ayuda para hacerse una idea cabal de aquello de lo que estamos hablando. Tomemos cuatro países de la UE. Las dos potencias industrial y militar (Alemania y Francia) y los dos grandes países frontera con África (Italia y España). Los primeros con más experiencia en la gestión de la inmigración, y los segundos con una memoria muy viva de la experiencia de la emigración. Un buen lienzo para pintar, ¿no les parece?

El volumen de los flujos anuales que llegan con permisos de larga duración, es decir, aptos para instalarse oscila entre los 530.000 en Alemania, 370.000 en España, 278.000 en Francia y 241.000 en Italia. La serie de entradas anuales a lo largo de la más dilatada o más breve historia migratoria de esos cuatro países ha dejado un poso millonario. Ese poso, stock, sedimento o censo, llamémosle como queramos, supera en Alemania los 14 millones, que representan el 16,8 % de la población total; en España suman 7,5 millones (15,6 %); En Francia son 8,7 millones (12,8 %) y en Italia llegan a los 6,2 millones (suponen el 10,4 % de su población). Son los últimos datos producidos por la OCDE, que corresponden al 2021. Transcurren dos años hasta consolidar y publicar las cifras.

Pongamos ahora los valores máximo y mínimo de cada tipo de flujo, que llega para quedarse. Las entradas humanitarias oscilan entre un 7 % del total de inmigración permanente en España y el 13 % en el caso de Alemania. La llegada de trabajadores extracomunitarios se mueve entre el 10 % en España y el 20 % en Italia. El flujo de familias supone el 50 % en Italia, el 40 % en España y el 16 % en Alemania. Por fin, la libre circulación capta el 59 % en Alemania, 31 % en España y el 19 % en Italia. Así que el grueso de la inmigración permanente somos nosotros, los europeos que circulamos para establecernos en otro país de la Unión y los familiares que vienen de cualquier país para echar raíces.

La inmigración, desde el punto de vista demográfico, aporta volumen y contribuye en la reproducción de la población. Nos hace ser más en número y en variedad. Pero enseguida deja de ser inmigrante y se convierte en nacido de origen inmigrante, como Lamine Yamal y Nico Williams. O los dos científicos (Ugur Sahin y Özlen Türeci) de origen turco que inventaron la vacuna contra el covid-19. Esos ya no son inmigrantes, sino nativos que provienen de la savia migratoria.