Pobre Ucrania

Carlos G. Reigosa
carlos g. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

ALEXANDER ERMOCHENKO | REUTERS

07 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Se está cansando el mundo occidental de apoyar debidamente a Ucrania ante los ataques de Rusia? La pregunta es pertinente porque Vladimir Putin parece cada vez más decidido a aplastar la resistencia de sus vecinos ucranianos. La prueba está en que oleadas de misiles rusos acaban de causar graves daños en infraestructuras vitales en una docena de regiones de Ucrania. 

Y esto lleva a formular una pregunta clave y pertinente: ¿está la OTAN dispuesta a cumplir sus compromisos? ¿O acaso ha prometido más de lo que está en disposición de dar? Porque la realidad que se percibe es que esta guerra solo la quiso Rusia desde mucho antes de que empezase. La misma Rusia que todavía no cree del todo en la firme voluntad de la OTAN de aceptar una implicación incondicional de Occidente en el conflicto en caso de necesidad.

La realidad más palpable —la que tenemos más a la vista— es que la maquinaria de guerra de Rusia no parece querer detenerse, lo que puede sugerir que tendría la firme determinación de domeñar y convertir zonas de Ucrania en un páramo o en un erial.

Es cierto que la nueva ofensiva de Putin se ha producido tras un ataque a la flota rusa en el mar Negro, pero no es descartable que la hubiese lanzado de todos modos, algo antes o un poco después. Porque, al margen de los sucesos concretos, Rusia parece cada vez más decidida a aplastar —tan pronto como pueda— a una buena parte de Ucrania… Si la OTAN no mueve piezas y lo impide. Dicho en otras palabras, casi todo depende de la equívoca voluntad de muchos. Y entre tanto, el 80 % de la población de Kiev sigue sin agua potable y más de 350.000 casas están sin luz. Es el perfil del drama interior, que aún puede empeorar si la parsimonia occidental no se despeja.

No se trata de azuzar la vertiente bélica del conflicto, pero sí que es necesario poner sobre el tablero todas las fichas, para que cada bando sepa ante lo que está y cómo puede afrontarlo. De lo contrario, se corre el riesgo de que la guerra se alargue indefinidamente, sin claras perspectivas de lograr acuerdos aceptables por las partes. Es sabido que la ausencia de todo esto solo supondrá más guerra, más sufrimiento y más muertes. Lo que pinta un futuro desolador.

¿Queda algún lugar para la esperanza? La realidad es que sí, pero muy lamentablemente esto depende de unos dirigentes empeñados en conseguir unas victorias inaceptables para sus contrarios.

De modo que solo la paz podría redimirlos a todos. Pero esta paz, tan necesaria, todavía no está a la vista, y será causa de lamentaciones, por histórica desgracia. Lo que quiere decir que aún hay demasiada incertidumbre a la vista. ¡Pobre Ucrania!