Otra vez el tren

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Miguel Villar

24 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El progreso tiende a implantarse de una manera muy poco organizada. Por ejemplo, el primer AVE llegó a Ourense el lunes para colocarnos en Madrid en dos horas y un cuarto, pero el tren que me leva pola beira do Miño desde el mismo Ourense hasta Vigo, la ciudad más habitada de Galicia, necesita dos horas y media para entrar en Urzaiz. En Galicia llevábamos desde los ochenta escuchando que venía el AVE, de manera que para un puñado de generaciones el ingenio era como un lobo cuya presencia movilizaba a todo el mundo, hasta que al fin apareció y todo el mundo siguió haciendo sus cosas.

Hubo incluso episodios de triquiñuelas lingüísticas que distinguían entre la alta velocidad y la velocidad alta, y una descomunal tragedia, pendiente de juicio, cuando en el Alvia que entraba en Santiago hacia el Apóstol descarrilaron las vidas de 80 personas.

La historia del AVE a Galicia es como la de la Odisea de Homero, con los penélopes gallegos destejiendo de noche el jersey que calcetaban de día. El ser humano necesita fronteras, pero esa frontera se ha ido moviendo con cada ministro de Fomento que llegaba a Madrid y proclamaba una fecha abocada siempre al error.

Pero el lunes al fin entró el AVE en el barrio más ferroviario de Galicia, ese Ponte Canedo de Ourense en donde las bocinas de los trenes ya arrullaban a los recién nacidos hace siglo y medio. El primer convoy de la historia entró en la ciudad justo desde Vigo el 18 de junio de 1881 y necesitó apenas el doble de tiempo de lo que hoy emplea en conectar las dos ciudades.

El AVE ha llegado al fin a Galicia y lo ha hecho por Ourense; otra vez el tren como detonador de progreso en una ciudad que agoniza y que horas antes de este nuevo chucuchú salía a la calle para lanzar un berro de SOS.