El populismo y el paripé

Pedro Armas
Pedro Armas PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

13 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras la saga/fuga de Iglesias hay quien proclama el fin del populismo. Populismo es la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. Unos partidos son más populistas que otros, pero sin captar votos populares no se ganan elecciones. Votaron a Ayuso más de dos tercios en los distritos ricos de Chamberí, Chamartín o Salamanca, pero más de un tercio en los pobres de Alcorcón, Fuenlabrada o Móstoles. ¿Por qué? Porque han entendido su mensaje simple, porque el bar seguía abierto o porque sí. La popular Ayuso ha sabido llegar al pueblo, mientras el profesor Gabilondo hablaba ex cátedra, el abogado de Ciudadanos no conectaba con la ciudadanía e Iglesias se hacía cada vez más impopular.

Hay populismos de derechas y de izquierdas, nacionalistas y centralistas. El populismo parece positivo cuando incita al pueblo a la participación, a gobernarse, pero es negativo cuando incita al odio o pide carta blanca para gobernar. Si el populista se pasa de vueltas definiendo enemigos y traspasa la delgada línea entre populismo y caudillismo, la demagogia se vuelve contra el pueblo cual bumerán.

Iglesias ha sido cabeza de turco. Los populistas de izquierdas continuarán atacando a Amancio Ortega, al que no consideran emprendedor sino oligarca. Los populistas de derechas redoblarán sus ataques contra los independentistas catalanes y viceversa. El populismo izquierdista es una reacción ante el retroceso de la socialdemocracia; el nacionalista es una reacción ante la globalización; el ultraderechista es una reacción ante la inmigración. Con la pandemia aumenta el populismo, porque las clases populares pierden certezas que creían perennes. La clase media vive en la incertidumbre y la clase baja malvive en la precariedad. Al populismo le viene bien la confusión. El fin del populismo es un paripé.