Estoy con la hostelería

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

José Manuel Vidal

27 oct 2020 . Actualizado a las 13:10 h.

Serán las horas de barra que llevo encima. Estoy con los hosteleros y con su grito de «se nos ha demonizado y el sector se destruye». Lo cuenta hoy mi compañero Pablo Gómez Cundíns, en la crónica en la que recoge la desesperación de un sector que no hace más que poner la otra mejilla. Son mayoría los hosteleros responsables. Igual que sucedió con los comercios, con las academias y los colegios, los dueños de restaurantes, cafeterías y bares fueron los primeros en sufrir el cierre y los primeros en adaptarse a la extraña nueva normalidad, que nunca fue normalidad. Casi a ciegas tuvieron que blindar sus negocios para que volviésemos a comprar en ellos, a estudiar en las aulas y a leer el periódico con un café en una terraza. Serán esas horas de barra, tan disfrutadas, esas horas ante una buena cena, en un local de esos que significa todo en una vida, lo que me hace ponerme sin dudarlo del lado de la hostelería que hizo los deberes. Tienen razón cuando argumentan que cerrarlos solo puede provocar más fiestas en pisos, más encuentros clandestinos, más gente irresponsable que todavía no es consciente del daño que nos están haciendo a todos. Estoy de acuerdo que siempre que las cifras no salten por los aires a los restaurantes, bares y cafeterías que cumplen a rajatabla las normas se les debe de conceder un minuto más, media hora más, un chupito más, lo que se pueda, un tiempo que puede ser clave para que no tengan que bajar la persiana para siempre. Serán muchos los empleados que igual nunca llegan a coger el covid pero que tendrán que enfrentarse al hambre, a verse sin ingresos, sin un euro con el que alimentar a sus familias. Son las autoridades sanitarias las que nos tienen que decir las restricciones que son necesarias, pero ese camarero, que es nuestro psicólogo, no puede pagar sí o sí el drama del covid. Muchos han hecho todo lo que les han mandado. Se comportan, con educación, como auténticos policías de proximidad, además de cumplir en su trabajo con la bandeja. Les he escuchado con respeto recordar a algún cliente que se venía arriba que no se bajase la mascarilla, que guardase la distancia de seguridad. He visto cómo se dedicaban a organizar las colas para ir al baño tal y como obligan esas normativas que cambian cada dos días. No podemos criminalizarlos. Los datos señalan que la mayoría de los contagios se producen lejos de las barras y las mesas de bar limpias y relimpias, controladas, en la que los propietarios han tenido que invertir en seguridad el dinero que no tenían. Cierren los bares y tendrán más botellones en los sitios más inesperados. ¿O acaso una fiesta sin control en un piso no puede durar desde un minuto antes de las once de la noche hasta las seis de la mañana?