¿Se puede criticar ahora al Gobierno?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Borja Puig de la Bellacasa

01 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A medida que se agrava la crisis provocada por la epidemia del COVID-19 -con cifras, como las conocidas ayer, realmente pavorosas- arrecian desde más frentes, y no solo desde la oposición parlamentaria, las críticas a la gestión del Gobierno tanto en la esfera sanitaria como en el ámbito económico. El Consejo de Colegios de Médicos, los sindicatos del personal sanitario, una gran parte de los medios de comunicación, los autónomos, sectores crecientes del empresariado y diversos ejecutivos autonómicos disienten, en mayor o menor grado, y con más o menos dureza en la forma de expresar su desacuerdo, de la política del Consejo de Ministros.

La extensión de la crítica al Gobierno ha reforzado también como era previsible la teoría de que en circunstancias tan graves como las que atravesamos no queda otra que cerrar filas con el Ejecutivo y dejar cualquier censura para luego, cuando ya se haya superado la emergencia que ha puesto el país patas arriba. En defensa de tal tesis suele traerse a colación la metáfora más repetida en estos días: como la lucha contra el coronavirus sería una guerra en realidad, nada habría peor que criticar a quien dirige el ejército que ahora lo combate, pues en tal situación es obligado seguir al mando hasta el final para evitar deserciones o diferencias entre la tropa que solo podrían llevar al caos y la derrota.

Sucede, sin embargo, que esa metáfora bélica, lejos de demostrar la necesidad del cierre de filas con el Gobierno, prueba todo lo contrario: que nada hay peor en una guerra que mantener la estrategia decidida, aun en el caso de que aquella se demuestre equivocada, pues es el empecinamiento en el error el que suele conducir a auténticos fiascos en todas las campañas militares. Recuerden los partidarios del cierre de filas la película que mejor puede ilustrar lo equivocado de su tesis: Senderos de gloria. Su director, el inmenso Stanley Kubrick, nos cuenta en ella la historia de un oficial que desobedece a sus superiores cuando aquellos, pensando sobre todo en sus intereses personales, ordenan una operación militar que solo puede acabar en una verdadera escabechina.

Por eso, a la pregunta que encabeza esta columna, solo cabe a mi juicio una respuesta positiva: en una sociedad libre y abierta se puede y se debe criticar al poder ejecutivo, incluso en una situación tan grave como la que vivimos por desgracia, cuando se tiene la clara conciencia de que aquel ha cometido o está cometiendo errores graves. De hecho, esas críticas disminuirían de forma sustancial si Pedro Sánchez, después del gran traspié cometido en su muy errónea apreciación de la gravedad del desafío al que nos enfrentábamos, optase por corregir la que es hoy su primera y más grave equivocación: no contar con los partidos de la oposición, con las comunidades autónomas y con todos los representantes sociales para diseñar y ejecutar su estrategia de lucha contra el virus. Quizá haciéndolo fuese menor su evidente improvisación y su impericia temeraria.