Desaceleración

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OPINIÓN

Kiko Huesca

12 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El Gobierno de España acaba de reducir sus previsiones de crecimiento económico para este año, son dos décimas menos, lo que sitúa una estimación de incremento del PIB en el 1,6%, en sintonía con otras predicciones recientes de las que disponemos, como la que realiza el grupo Hispalink para las regiones españolas publicada a finales de enero y que se cerró en el 1,7%.

El comienzo de la ralentización económica ya se empezó a vislumbrar el año pasado, en el que todos los que analizamos la evolución de la economía, ya anunciamos un período de crecimiento lento, en general, para la economía mundial y, en particular, para la zona euro. De hecho, la estimación de cierre del 2019 en un 2% para España ya indicaba una necesaria revisión para el 2020.

En clave internacional, aunque vimos cómo fueron aumentando las barreras comerciales entre EE.UU. y China durante el año pasado, las tensiones entre esos países y de EE.UU. con Europa se han ido calmando, dadas las próximas elecciones presidenciales en ese país. El desenlace del brexit, con una salida ordenada de la Unión Europea, es otro de los riesgos que se plantean. Pero lo que sí se constata ya es la reducción del crecimiento en China, que posiblemente se agravará con la crisis del coronavirus (pudiendo, incluso, esa economía entrar en recesión) y que tendrá su impacto sobre la economía mundial. Otro riesgo que persiste es el asociado a la evolución del precio del barril de petróleo, que podría verse influido al estar una parte importante de su producción localizada en zonas de conflictos bélicos.

En clave nacional, la tardanza en formar gobierno o la falta de presupuestos han demorado mucho las políticas que necesitamos para contrarrestar los numerosos riesgos externos y a mejorar nuestra baja productividad, sin olvidarnos de los persistentes desequilibrios internos en forma de deuda pública y tasa de paro, que ya se están viendo afectadas, por esta desaceleración del crecimiento. Pero la parte positiva es que, muchos de los riesgos analizados podrían irse reduciendo a lo largo de este año y si somos capaces de abordar los nuevos retos y oportunidades derivados de las transiciones digital y energética y disponer de unos presupuestos realistas que incorporen estímulos al crecimiento económico, las previsiones de mejoría para el 2021 se podrían ir consolidando a lo largo de todo este año.