Cocaína rosa: ni es cocaína ni es rosa

Manuel Araujo Gallego EN LÍNEA

OPINIÓN

FLICKR / EDWARD ZULAWSKI

23 oct 2019 . Actualizado a las 19:24 h.

Alexander Shulkin nació en 1925. A los 16 años empezó a estudiar química orgánica en Harvard, estudios que abandonó para enrolarse en la US Navy en 1943. Aquí empezaría su interés por el Tetris farmacológico de la psicodelia. Tras licenciarse completó sus estudios en bioquímica y farmacología en los años 50, entonces tuvo sus primeras experiencias psicodélicas, aunque no sería hasta 1961, cuando desarrolla para una gran empresa química el primer y muy rentable pesticida biodegradable (aunque tóxico para la función clorofílica y los pájaros) cuando llega a tener independencia para sus trabajos psicodélicos. Tras tener que dejar esta empresa por sus publicaciones sobre drogas trabaja para la DEA (Drug Enforcement Administration), lo que le permite crear un laboratorio para sintetizar drogas en la trasera de su casa; relación que finaliza con una cuantiosa multa por violar la licencia concedida.

Creó de forma sistemática cientos de drogas sintéticas. Como si estuviera jugando al Tetris, añadiendo y quitando elementos, sintetizó análogos de la feniletilamina (del grupo del MDMA, mescalina y la famila 2C*) y de la triptamina (grupo que contiene el DMT y psilocibina). La 2C-B es de las más conocidas, la sintetizó en 1974. En la calle ha recibido muchos nombres comercialmente muy atractivos (erox, nexus, droga de los ricos, cocaína rosa…); los productos de comercio ilegal también tienen su publicidad y su márketing. Tiene poco de «nuevo»: hace 40 años, en los 80 y 90 se comercializó en EE.UU. como sustituto del MDMA o éxtasis cuando este fue fiscalizado.

Los efectos de la 2-CB dependen de la dosis ingerida y se deben al desarreglo que produce en los niveles de neurotransmisores en el cerebro, principalmente de la dopamina, pero también de la serotonina y de la norepirefrina. Dichos efectos van desde la euforia, la distorsión de los sentidos táctil, visual, auditivo y olfatorio hasta las alucinaciones angustiosas, además de taquicardia, hipertensión, hipertermia, dificultad para enfocar la visión, temblores y sudoración, que suelen darse comúnmente. En estudios españoles se ha constatado que sus efectos residuales pueden permanecer hasta 48 horas tras su consumo, e incluyen insomnio y recurrencia involuntaria de la experiencia (flashbacks).

Margaret S., de 43 años ingresó en un hospital de San Francisco con un cuadro confusional y fuertes dolores de cabeza. Informó de que había tomado 2C-B en una fiesta hacía 48 horas. Desarrolló una extrema debilidad en la extremidad superior derecha y días más tarde también en la izquierda. A las tres semanas de ingerir 2C-B evolucionó a una marcada cuadriparesia, mezclándose su intermitente confusión con ansiedad severa y ocasionales gritos. Un mes después de la ingesta se sumió en un estado abúlico, con desorientación espacial y significativa perseveración. Tras seis meses solo recuperó la capacidad de articular frases cortas y mover sus manos. Margaret S. no tenía antecedentes de enfermedad neurológica.

James W, tenía 27 años cuando fue llevado a las urgencias psiquiátricas del Hospital General de Taipei (Taiwan) por estar dándose fuertes cabezazos contra una pared. Tras 48 horas de haber consumidor 2C-B, por primera vez en su vida, comenzó a experimentar alucinaciones auditivas e ideas delirantes de persecución, con gran irritabilidad, ansiedad y miedo. Este cuadro psicótico persistió dos meses. Nunca antes había tenido alucinaciones o delirios.

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