Golondrinas, esto se acaba

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Manuel Matias Marras Ramos

30 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desmiento a Bécquer y a su rima cincuenta y tres. La alarma ha sido ratificada recientemente por la prestigiosa publicación Science que da cuenta que desde el año 1950 hasta hoy hay tres mil millones de pájaros comunes menos. La cifra es escandalosa y preocupante. Con la desaparición de las bandadas de gorriones, estorninos y mis delicadas y añoradas golondrinas que han disminuido un setenta y cinco por ciento respecto a su población, se ha iniciado y acelerado el fin de nuestro mundo tal como lo hemos conocido. El cambio climático ya es más que una amenaza.

En Europa a lo largo de los últimos veinte años se ha reducido en quince millones la tribu amable de las golondrinas, y no hago recuento de los proletarios del aire, los humildes gorriones que van camino de su extinción en las ciudades europeas.

La golondrina, un pájaro melancólico que da la vuelta al aire, simboliza la tristeza, como en la canción mexicana que ha sido símbolo de despedidas e incluso himno del exilio. Ave bendita en la vieja tradición castellana que dice que le quitaron a Cristo las espinas de su corona mientras agonizaba en el calvario, y la leyenda añade que es por eso que llevan en el pecho una pequeña mota roja de la Sangre de Jesus.

Pájaro de buen agüero, embajador de todas las primaveras, mi querida anduriña, hirondelle francesa.

Reina del aire que hace estación en España desde marzo hasta que el otoño reclama el viaje de vuelta a las cálidas tierras africanas.

Pequeña golondrina. De treinta millones de ejemplares censados en España en el 2010, queda poco mas de la mitad según datos de SEO/Bird life. Espero que sigas navegando por el cielo urbano de nuestras ciudades y que tu vuelo circular y alborozado sea como antaño un buen presagio, y que los poetas como en su dia Huidobro, y todos los escritores que hicieron de la melancolía un santo y seña sigan perpetuando tu vuelo airoso y elegante.

Esto se acaba queridas amigas, mis embajadoras del viento. Tal vez habrá que contarles a todos los niños del mundo, el relato de Oscar Wilde, que da cuenta de la estatua de oro de un príncipe feliz y una golondrina enamorada que no emigró a Egipto y que el invierno la vistió de muerte en su pedestal. No volverán las oscuras golondrinas.