Mi WhatsApp es eso, mío

OPINIÓN

17 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Si alguien te abre el correo sabe que está cometiendo un delito del que van a quedar pruebas. Primero tendrá que acceder a tu buzón y abrir el sobre, por lo que el rastro es evidente. Ahora bien, como dejes el teléfono olvidado sobre la mesa, estás perdido. Entrar en tu WhatsApp es tan fácil como dejar que los dedos ajenos sucumban a ese impulso espía del que no está invitado a la fiesta. Un solo golpe dactilar basta para que todas tus conversaciones queden al descubierto. Y no, no tienen por qué ser aptas para todos los lectores. Bien sea una pareja demasiado interesada por lo que puedas decir en privado o un niño que se considera dueño de tus relaciones, tu móvil es carne de cañón. Incluso el patrón y el código numérico acaban siendo un secreto a voces en una casa habitada por más de uno.

Y aun siendo todos plenamente conscientes de ello, han tenido que pasar diez años para que WhatsApp se preocupe por tu privacidad. Gracias a la función de bloqueo que acaba de incorporar, cotillear los chats del dueño de un iPhone es ya misión imposible gracias a huella o al reconocimiento facial, que te hará saber al instante que tu jeta no es tan dura como para dejarte entrar. Parece que los poseedores de Android tendrán que esperar un poco más, pero el salto está ahí. Lástima que lo que no se pueda bloquear sean las ansias de más de uno por adueñarse de ti. Y, sobre todo, por buscar lo que ni quieren ni deben encontrar.