El PP o el error de irse al extremo

M.ª Carmen González Castro
M.ª Carmen González VUELTA Y VUELTA

OPINIÓN

RAFAEL MARCHANTE | REUTERS

29 abr 2019 . Actualizado a las 14:18 h.

Cuando Pedro Sánchez tomó los mandos del PSOE, Podemos venía por la izquierda como una exhalación, amenazaba con quitarle millones de votos y su entonces secretario general decidió que el futuro del partido pasaba por escorarlo a la izquierda. Para taponar la sangría quiso parecer más bolivariano que el propio Pablo Iglesias pero la jugada no tuvo éxito. Asustó a los poderosos y ahuyentó a sus votantes tradicionales. Fue incapaz de remontar y hubo de conformarse con 84 escaños. A su lado Pablo Iglesias no lograba el sorpasso previsto pero se pavoneaba con nada más y nada menos que 70 diputados. Sánchez notaba el aliento de Podemos.

Llegó la moción de censura, el PP perdió el poder y puso en marcha una renovación. Necesitaba una cara joven, un valor nuevo que pusiese distancia con las corruptelas que acabaron con Rajoy. Y llegó Casado. Pero casi al mismo tiempo irrumpió por su derecha con una fuerza desconocida Vox. ¿Y que hizo Casado? Lo mismo que al otro lado había hecho Sánchez unos años antes: irse al extremo. Él es quien convierte a Vox en un actor importante cuando reconoce que comparte muchas ideas con el partido de Abascal. No solo eso. En los meses posteriores compra el discurso de Vox: «Los hombres que se portan mal con las mujeres» (para referirse a los maltratadores); «es bueno que las mujeres sepan lo que llevan dentro» (al abordar el aborto), o cuando anuncia a bombo y platillo que retirará las competencias de Educación a las comunidades si gobierna.

Pero la apuesta fracasó. De un lado, Casado abandonó el centro, donde se encuentra esa bolsa de votantes que tradicionalmente decide quien gana. Ese espacio se lo «robaron» el PSOE, pero sobre todo Ciudadanos. La formación naranja se recompuso en el final de la campaña, después de que los debates devolvieran a Albert Rivera a un primer plano que parecía haber perdido en los últimos meses. Y mientras perdía votos por el centro, el PP no conseguía taponar la pérdida vía por el extremo porque el votante ideológicamente más escorado a la derecha prefirió el original (Vox) a la copia. Además, los decididos a votar a los ultras veían reforzada su posición cada vez que Casado se mostraba dispuesto a pactar con la lista de Abascal: ya visualizaban un gobierno del PP, arrastrado a posiciones muy extremas por Vox.

Los españoles han dado una dura lección a Casado y le han dicho que el PP no es ni puede ser Vox, como el PSOE no es ni puede ser Podemos.