Rajoy culmina su jugada maestra

OPINIÓN

09 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando un maestro de ajedrez entrega su dama para ganar la partida, los que no saben jugar se echan las manos a la cabeza. Y eso fue lo que pasó el 22 de enero, cuando Rajoy renunció, por falta objetivada de apoyos, a su investidura. Mientras yo titulaba mi artículo del 23 como «Una jugada maestra», ya estaban corriendo ríos de tinta sobre el hueco que había abierto Rajoy en las defensas del PP, sobre la visibilidad y el protagonismo que ganaba Sánchez, y sobre la oportunidad que le había regalado a los que en conjunto -PSOE, Podemos y Ciudadanos- representaban la aparente derrota del PP y el deseado triunfo del cambio.

Pero las partidas de ajedrez, igual que los partidos de fútbol, hay que jugarlas hasta el final. Y ese final, que le devuelve a Rajoy todos sus créditos, empezó a escribirse ayer, cuando el castillo de naipes del PSOE se vino abajo, y cuando la oposición tripartita empezó a mostrarse como lo que es: una jaula de grillos novatos que no están de acuerdo en nada, que no se pueden ver unos a otros, que no tienen ningún proyecto viable para gobernar, y que en solo tres meses, y sin tocar balón, han convertido en cenizas todas las promesas de regeneración y todos los estilos nonatos de la nueva política.

Bien situado por su resultado, coherente con el difícil momento que viven España y el PP, paciente por su experiencia y tesón, y sufridor como nadie de improperios injustos y de corto recorrido, Mariano Rajoy solo tuvo que esperar a que Pedro Sánchez le hiciese todo el trabajo, y a que pusiese blanco sobre negro lo que por sí mismo no podía demostrar: que el cambio populista y disgregador solo era una quimera; que demoler un proyecto no equivale a construir otro; que el PSOE no lidera hoy ninguna oposición y va camino de no liderarla jamás; y que, aunque muy chamuscado por el desgaste de gobernar la crisis, por su borbollón de mangantes y corrupciones, por su lamentable comunicación y por su déficit de pensamiento original y modernizado, el PP sigue siendo la única referencia que nos queda para componer un Gobierno razonable y eficiente.

Cuando empiece la próxima campaña electoral, solo el PP podrá conectar consigo mismo, manteniendo sus propuestas de un Gobierno disciplinado y fiel a la UE, reforzando sus conocidas opciones de coalición -que seguirán pasando por un Rivera sin humos y un PSOE sin delirios-, y diciéndole a la gente que ha aprendido las lecciones y asumido sus propósitos de enmienda sin necesidad de poner a España en almoneda ni perder su compostura política. Porque la jugada maestra de Rajoy tenía unos ingredientes bien fáciles de administrar: no intentar lo imposible, no marear las perdices, no hablar con quien no quiere o no puede entender, no precipitar las jugadas, no asustarse ante el predominio coyuntural de engolados tertulianos, y esperar a que maduren las uvas. Todo lo demás se lo hizo, gratis, Pedro Sánchez. ¡Chapó, Mariano!