El día después

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

31 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasó la fiesta de la democracia como la serpiente multicolor, como la noche más feliz de tu vida, como el partido del siglo, lamiendo el larguero para algunos y para otros rozando la cepa del poste.

Son esos tópicos y típicos días después que soportamos como a la lluvia, con resignación y entrega.

Días como el de Año Nuevo, tránsito espeso entre la disforia de la noche anterior -matasuegras incluido- los saltos de esquí y los pizzicatos de Strauss hasta regresar a la vida.

Como el día después de las vacaciones, teñido de una sensación singular y contradictoria, parecida a la del primer día de colegio en que te apetece pero te da un poquito de mal rollo.

El día después de las elecciones se parece al día después de la Champions, de la subida o bajada a la primera división, días siempre teñidos de polémica y emociones encontradas para la parroquia. En ambos se ven las mismas caras de euforia y desolación, de abrazos excesivos y susurros conspiradores.

Esta vez el día después de los comicios ha sido especialmente intenso, desconcertante y fatigoso para muchos. Al consabido ejercicio de reformulación automática de la realidad en la que todos los contendientes salen airosos y a la manida sentencia de: «el pueblo ha hablado», la fauna política se ha dado de bruces con un complejo «ahora hay que entender qué coño ha dicho», que los trae a mal traer.

Que si el fin del bipartidismo, que si el voto de castigo, que si un cambio histórico, que si la demostración de la madurez del pueblo o de su visceralidad, que si pacto o no pacto, que me quedo como estoy o me entrego a los cánticos de las mareas ciudadanas. Un lío, un jeroglífico difícil de resolver objetivamente.

Veo a los políticos desconcertados tanto frente a la victoria como frente a la derrota.

La pena es que no haya píldoras para el día después de las elecciones como las hay para después del arrebato pasional o la ruptura del preservativo. Sería magnífico poder disponer de ellas. Muchos se harían adictos solo por poder frenar las consecuencias de sus acciones. Pero no la hay.

No, no existen esas píldoras, así que a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga, y los demás a esperar la siguiente noche de desenfreno.