Dijo que serían los militantes los que tendrían la última palabra sobre la inclusión de imputados en las listas municipales; dijo que haría cumplir la norma de una persona, un solo cargo; dijo que practicaría «un socialismo sin complejos»... Apenas lleva un año como secretario xeral del PSdeG y buena parte de las promesas de regeneración de Gómez Besteiro se han convertido en papel mojado. Su mentor, López Orozco, repetirá como candidato en Lugo pese a su implicación en el caso Pokémon; la viguesa Carmela Silva sigue cobrando como diputada y concejala; y, cuando le preguntan por temas tan sospechosos y malolientes como los enchufes de Abel Caballero que investiga la Fiscalía, la respuesta es un acomplejado «de asuntos internos no hablo». No sabe, no contesta. La sensación es de déjà vu: estamos ante un partido abonado a las liortas internas y con un líder que se esfuerza en hacer equilibrios territoriales sin pisar callos. El socialismo gallego ha cambiado muy poco o prácticamente nada en este último curso. Besteiro tendrá que repetir y aplicarse. Le va en ello emerger como un líder con manos libres o seguir pareciendo un rehén de los barones que le auparon al cargo.