09 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.
El estallido de la crisis dio carpetazo a los años en los que conseguir dinero era casi cosa de niños. Los créditos se concedían con desparpajo. Y, además, resultaban baratos. Pero la tormenta lo cambió todo. Y llegó la sequía. El grifo de los préstamos se cerró. A cal y canto. Y así ha permanecido hasta ahora. Parece que los banqueros -más preocupados durante meses en hacer los deberes y cumplir con la montaña de exigencias regulatorias que del negocio- creen llegado el momento de reabrirlo. La maquinaria ha sido engrasada, y el crédito empieza a fluir de nuevo. A cuentagotas, eso sí. Falta iba haciendo. Es la savia del sistema. Sin crédito no hay crecimiento y, sin este, no hay quien se sacuda el demonio del paro.