Suiza es líder mundial en producción científica per cápita, pero esa prosperidad (que repercute directamente en la del país) está asentada en dos pilares que no son suizos: la captación de recursos económicos de la UE y la captación de los mejores científicos extranjeros (¡que suponen más de la mitad del total nacional!). La UE permite que muchos investigadores europeos ganadores de sus millonarias subvenciones de élite emigren a Suiza (con el dinero) para llevar a cabo allí sus proyectos. Otro ejemplo: la UE ha ubicado en Lausana uno de sus más ambiciosos programas de investigación, dotado con 1.000 millones de euros. Por si fuese poco, Suiza goza de un estatus privilegiado que, en principio, le permitiría acceder a unos 3.500 millones de euros del programa Horizonte 2020, la principal apuesta investigadora de la UE. Digo «le permitiría» porque, tras el referendo, Europa se ha cabreado y amenaza con cerrar el grifo. No es de extrañar que rectores, académicos e investigadores pidiesen a sus conciudadanos un «no» a las restricciones migratorias: saben hasta qué punto su país depende del extranjero.