La salida de los asesinos

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

28 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Este martes conocí de cerca el terror de una mujer. Era una taxista de Barcelona que tiene a su exmarido en la cárcel. ¿Motivo? Había asesinado a su nueva pareja, y confesaba la mujer: «Me da miedo que salga, ahora que están saliendo todos los asesinos; voy a pedir una orden de alejamiento». Me impresionaron dos detalles: el de una profesional que necesita desahogarse para combatir su propio miedo y esa expresión de «ahora que están saliendo todos los asesinos». A esa mujer no le hable usted de la doctrina Parot ni del Tribunal de Estrasburgo ni de los compromisos del Estado con el convenio de derechos humanos. Esa gente ve que los criminales más temidos están siendo puestos en libertad. Es el estado de opinión de la calle.

Recordé esta escena cuando supe que la Abogacía del Estado se opone a la liberación del asesino de las niñas de Alcácer, Miguel Ricart, condenado a 170 años de prisión y que iba a cumplir hasta el 2023. Y creo que son del máximo interés los dos argumentos que esgrime para justificar que siga en la cárcel. Primero, que la sentencia de Estrasburgo solo afecta a Inés del Río, que fue quien presentó el recurso. Y segundo, que se revisen los beneficios penitenciarios del preso desde el año 2006, porque la doctrina Parot fue anulada en sus efectos retroactivos, pero se puede considerar válida desde la fecha en que la aceptó el Tribunal Supremo. Con esta última medida no se logra que Ricart siga en prisión, pero quizá se consiga retrasar algo su puesta en libertad.

A partir de esos datos, tengo varias curiosidades: ¿Por qué nuestro Tribunal Supremo, el actual, aceptó sin discusión la sentencia de Estrasburgo? ¿Se molestaron sus magistrados en pensar algo parecido a lo que pensó el abogado del Estado para frenar la salida de Ricart? ¿Por qué un fallo sobre un impago de hipoteca, por ejemplo, se aplica estrictamente a la persona que litiga, pero no al conjunto de los ciudadanos que sufrieron el mismo perjuicio bancario y, en cambio, el fin de la doctrina Parot se aplica a todos los delincuentes? ¿Esos magistrados del Supremo escogieron el camino más rápido para «sacudirse el muerto», aunque fuese el camino más perjudicial para multitud de ciudadanos?

Son dudas muy serias. Y lo son especialmente ahora que salen los criminales que han causado más angustia y dolor; los violadores que no están ni estarán rehabilitados; los delincuentes que nunca se han arrepentido y cuya trayectoria demuestra que pueden reincidir. Y mi conclusión es: si la Abogacía del Estado ha encontrado la vía para frenar esas salidas y el Tribunal Supremo no las ha sabido ver, lo lamento por el alto tribunal, pero no ha cumplido. Por lo menos, no ha sabido detener la alarma social.