Al límite de la resignación

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En el segundo aniversario de su coronación como líder, Mariano Rajoy solo concedió una entrevista: la de Alfredo Menéndez en Radio Nacional. Pero ha sido suficiente para conocer sus propósitos. Entre ellos, uno llamado a tranquilizar a la sociedad española: el año que viene no habrá más recortes y, si hay alguno, será más suave. Recibimos el anuncio con un alivio que duró poco más de 24 horas: al día siguiente, el Eurogrupo ya le volvía a pedir recortes al Gobierno español, como si tratara de desmentir al presidente. ¿Motivo? El elevado déficit público, que es preciso embridar.

El Eurogrupo podrá ser más o menos optimista o usar un lenguaje brusco, como dijo Montoro, pero le inquietan los datos que maneja. La deuda pública está desbocada. Durante los dos años que celebramos con este Gobierno al frente, ha subido un 30 %, hasta alcanzar los 954.000 millones. Cada día de Gobierno PP el endeudamiento aumentó en unos 3.000 millones de euros. Hay economías nacionales mejor gestionadas, a pesar del autobombo del poder. Asusta pensar en qué niveles estaríamos ahora, si no se hubieran hecho los recortes. Y asusta todavía más imaginar qué ahorros habría que hacer, simplemente para volver a las cifras que nos dejó la ruinosa herencia de Zapatero: 218.000 millones menos, y perdonen ustedes el torrente de cifras.

¿Qué hacer ahora? Esa es la pregunta que probablemente atormenta al ministro Montoro, que ya no puede ahogarnos con más impuestos y solo espera un movimiento de la actividad que dé más ingresos a las arcas públicas. Esa es la duda de Bruselas y por eso habla de más ajustes o reformas. Tenemos, por tanto, que elegir entre la promesa de Mariano Rajoy y el aviso europeo. Este cronista solo apunta algo que percibe en el ambiente: la sociedad española asumió con admirable resignación todos los sacrificios. Ni siquiera se rebeló ante su empobrecimiento. Pero no estoy seguro, en absoluto, de que soporte una segunda oleada de ajustes con la misma resignación.

Observemos lo que pasó este último fin de semana: hubo protestas preventivas en más de sesenta ciudades. Según las imágenes publicadas, la mayoría de las pancartas no eran de los sindicatos, sino de asociaciones y de ciudadanos individuales que se adhieren a las manifestaciones sin preguntar quién las convoca. Es el cabreo ciudadano que sale a la calle a hacer oír su voz en fechas donde no hay razones nuevas para hacerlo. Son las razones antiguas y las nuevas que se temen. Conclusión: si hay que recortar, miren dónde ponen la tijera. No exciten más la irritación ciudadana. No jueguen con la resignación. La ciudadanía está empezando a escribir una pancarta que avisa: «Hasta aquí hemos llegado».