El laberinto Lynch de moda

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

16 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Tiene algo en su rostro que recuerda al del pintor Francis Bacon, el hombre que boxeaba con sus cuadros y con la vida. Y un poco también a Antonio Gamoneda. Y también igual a Muñoz Molina cuando envejezca más. David Lynch, con su tupé blanco, pasó por Madrid y fue la revolución. Vino a dar una charla a un curso de meditación trascendental, en la que cree, y participó también en una cena y una fiesta para fans (a 150 euros el cubierto). En realidad, fueron dos cenas. Hubo otra más exclusiva. Y es que David Lynch es moda. Hace Twin Peaks y anuncia el éxito de las series. Pero a él lo que le gusta es huir de los típicos tópicos. El hombre de los ojos tristes y de películas como El hombre elefante o Cabeza borradora, o la hermosa Terciopelo azul, o el laberinto de Mulholland Drive, tiene labia. Cuando habla de los políticos, de los que no quiere hablar: «No creo en los políticos. Son una broma. Al final, crean más problemas de los que solucionan». O cuando dice verdades tan claras como esta: «El cine nunca morirá. La pintura muere regularmente cada cinco años y sigue ahí». A Lynch le apena y con razón que la gente vea cine en un ordenador: «Ver una película es entrar en un mundo a oscuras, con una pantalla grande, con un grupo de gente, sin teléfonos». Otra frase más de un tipo listo que a veces enreda sueños y pesadillas (¿no son lo mismo?): «El arte no cambia nada. El arte te cambia a ti».