Bodas, mentiras y cintas de vídeo

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

28 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Nunca me han gustado las bodas; son largas, casi nunca se come bien y la gente suele gritar. Hay bodas modernas, bodas clásicas y bodas de relumbrón, pero todas tienen algo en común que me irrita y no sé lo que es. Sin embargo, me gustan las bodas en el cine y, de manera especial, la de Connie Corleone en El padrino. Constanza, la hija menor de don Vito, se casó con Carlo Rizzi y su boda, como la mayoría de las celebraciones familiares de los Corleone, sirvió para que el entonces padrino recibiese la visita de amigos y familiares en busca de favores.

No he podido evitar recordarla al ver las imágenes de muchos de los que hoy están en los medios acusados de corrupción, asistir a la boda de la hija del reaparecido expresidente Aznar. A aquel festivo acto asistieron, además de las más altas representaciones del Estado, invitados institucionales de probada rectitud, pero muchos de los que vimos aquellas imágenes en la televisión pública nos preguntábamos quiénes eran unos tipos que circulaban exultantes por el patio del monasterio y que no habíamos visto nunca antes.

Pasado el tiempo, nos hemos enterado de que muchos de aquellos invitados están hoy implicados en el caso Gürtel, saquean bancos, tienen cuentas en Suiza o reciben gratis trajes y serpentinas. Aquel desfile de pijos de relumbrón se convirtió, por arte de mafia, en un documento excepcional que ha permitido a los españoles ver las caras de los que, presuntamente, nos estaban robando y, hasta ese momento, nadie conocía. No dejo de imaginarme la mesa de la B: Bárcenas, el Bigotes, Blesa, Berlusconi, etcétera; convendrán conmigo que la tasa de presuntos delincuentes en tan señalado evento resulta un poco elevada.

He oído, más de una vez, que existe la temeraria costumbre de que los contrayentes de una boda enseñen a sus amistades el vídeo de la ceremonia; no suelo participar en ese tipo de actos porque los considero un sofisticado mecanismo de tortura. Sin embargo, confieso que he visto el vídeo del citado enlace más de una vez y he de reconocer que, además de un monumento a la gomina, es un impagable documento para entender lo que hoy está ocurriendo.

Para que los lectores no se enfaden, les diré que reconozco que «en todas partes cuecen bodas» y que mi referencia a los Corleone es puramente cinematográfica. Lo que ocurre es que hoy parece que algunos de los asistentes a aquella boda se han vuelto sinvergüenzas tras el enlace, o venían todos de parte del novio y, créanme, eso es mentira. Por lo demás, no descarten que varios de los ilustres invitados al evento puedan volver a reunirse en el patio de Alcalá Meco, pero, esta vez, sin gomina y con traje de rayas.