Por fin, un papa jesuita

OPINIÓN

17 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

¿H ay alguna orden religiosa que se merezca más que la Compañía de Jesús el haber sido honrada con la elección de uno de sus miembros, el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, para ser jefe del Estado del Vaticano y sumo pontífice de la Iglesia? Ninguna orden religiosa, antigua o moderna, ha hecho los méritos que, durante cuatro siglos largos, ha acumulado la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola, que, a los tres votos habituales de las órdenes religiosas -los de pobreza, castidad y obediencia- él añadió un cuarto voto para sus jesuitas, el de obediencia al papa. ¿Y por qué era tan listo Ignacio de Loyola? Porque se había educado con los libros de caballerías, que lo volvieron prácticamente loco, como a don Quijote, y porque había sido militar, que es el oficio que más a fondo educa en estrategia y en obediencia porque obliga a respetar la jerarquía. Con su Compañía -un nombre, al cien por cien, militar- defendió a muerte a la Iglesia de Roma en la Contrarreforma. Ignacio, como está bien documentado, recibió en Roma del papa un trato duro. Pero él, que había tenido que renunciar a triunfar en la corte de Carlos V porque una bala de cañón le produjo en Pamplona gravísimas heridas en las piernas, resistía, en zancadillas y desdenes vaticanos, todo lo que le echaran. El triunfo de Francisco, el primer papa jesuita, es, sobre todo, la victoria de Ignacio de Loyola, que, pensando en sus hijos futuros, era aun más papista que el papa.