Crisis del Estado

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

26 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

H ace un año, los ciudadanos acudieron a las urnas pidiendo el cambio de Gobierno, y el partido al que dieron mayoría absoluta en el Parlamento llevaba tiempo ofreciendo la alternancia como solución a los problemas de España. Si entonces el problema lo protagonizaba el Ejecutivo, hoy son los tres poderes de la democracia que velan por el Estado de derecho los que muestran una grave crisis, con resultados de emergencia nacional.

Repaso el Quijote, y los ensayos que sobre la obra de Cervantes inspiraron el análisis de aquella España en decadencia, entre el XIX y primer tercio del siglo XX. Nacionalismos y separatismos. El enigma nacional. El ser y el sentido de nuestra realidad nacional. El estado de la libertad, la justicia y la propia democracia. La ética en relación a la política. Son reflexiones que se hacían, a través del Quijote, Unamuno, Ortega, Maeztu, Madariaga, Valera, Menéndez Pelayo, Azorín, Américo de Castro, Francisco de Ayala. Dos hechos resumen el estado de ánimo de la nación. La decadencia del país. La grave crisis del Estado. Hoy se repiten los diagnósticos sobre España. Me sigue impactando la frase de Ortega. «Dios mío, ¿qué es España?». Hoy la traslado a ¿en qué hemos convertido a España? Una nación de parados, pobres, donde la separación entre clases comienza a ser insoportable, donde la ruptura entre el tejido social y los dirigentes políticos es absoluta, donde hasta la Justicia está dividida entre adictos al poder y jueces que no quieren ser instrumentos contra el pueblo más débil, mientras a los «facinerosos» se les facilita el perdón. Y no se vislumbra salida, quizá por estar el sistema en manos ineptas y la cobardía de otros, que solo se atreven con indignados en la calle, volviendo a tentaciones cuyo resultado puede ser la espiral de la violencia.

Esa conducta dura e inflexible en nombre de ciertos compromisos que no representan al pueblo que los eligió, debería ser dignidad ante una UE cuyas instituciones sirven de respaldo a los mercaderes, o puede que también formen parte de la revancha de aquella parte de Europa que perdió dos guerras.

Si esto no cambia, ¡paren, que me bajo!