Un autónomo renuncia a Marx

Ramón Irigoyen
Ramón Irigoyen AL DÍA

OPINIÓN

20 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En la gravísima crisis económica, política y social que nos afecta a casi todos, salvo a las grandes fortunas que también en días de crisis siguen prosperando, llegó la huelga general, que vi desde la trinchera de los autónomos. Días hubo en mi vida, ya lejanos, en que fui trabajador por cuenta ajena y recuerdo cómo, con una irresponsabilidad de la que ahora me avergüenzo, todas las fiestas, puentes, paros y huelgas me parecían gracias del cielo que debía disfrutar sin reparar en valores como rentabilidad, responsabilidad laboral y competitividad, que me parecían aberraciones del capitalismo. Dejé mi trabajo por cuenta ajena y me reconvertí en trabajador autónomo, que es lo más parecido a ser campesino, o sea, un hombre emprendedor que lucha por recolectar lechugas, setas, castañas y cazar pájaros y conejos y no vacila en disparar si, en el campo, le sale un elefante de Botsuana sobre el que está prohibido usar la escopeta. La situación económica es gravísima y el deseo de protestar con una huelga general parece legítimo. Pero cuando llegó la huelga general un miércoles 14 de noviembre y, por ejemplo, uno vive en Madrid y se encuentra con que, en la capital de España, el viernes, 9 de noviembre, se había celebrado la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad, y fue día festivo y, por ser viernes, inicio de otro de los innumerables puentes del año, con dolor de corazón, tuvo que renunciar a Marx, Lenin, Bakunin y al restante santoral comunista y, como un labrador, trabajó sin remordimientos.