Veinte años después, tenemos un nuevo Grande de España. Nada que objetar a una decisión soberana tan digna de aplauso. Salvo quizás la escasa imaginación demostrada con el título pese a haber tenido tanto tiempo para pensarlo. Parece que el finado antropósofo Michael Ende tenía razón cuando decía que el Reino de la Fantasía va desapareciendo porque ya no quedan niños que eviten su caída en la desmemoria del olvido. A falta de Almirante de Tierra Firme , o de Manglares, Chumberas y Punta de las Serpientes , como diría su colega el de Bradomín, lo de Marqués de la Ría de Ribadeo parece demasiado obvio, a la par que diluido. En este caso había, sin duda, muchas más posibilidades: Conde Madrugador de la OTAN , (que admitiría la versión abreviada inglesa, Sir NATO ), Barón del Santo Sepulcro de UCD, Conde-duque de lo Distinto y Distante, Adelantado Hípico de AP en Troya, Camarero Apostólico de Doña Carlota, Caballero Hierático de la Cara de Palo , etcétera. En todo caso, felicidades para el interesado y sus herederos.