El Porsche para el lodazal

MOTOR ON

Ayerra

La familia de tractores Porsche supuso, desde el inicio de su producción en 1950, todo un éxito de ventas, además de un referente. Barato, fiable y tecnológicamente avanzado, así era este instrumento de trabajo que, aunque hoy sea poco conocido, hizo que la marca se convirtiera a principios de los 60 en el segundo mayor fabricante de tractores de Alemania.

18 mar 2024 . Actualizado a las 10:26 h.

Con un diseño equilibrado lleno de soluciones de vanguardia y un anagrama icónico en su carrocería de color rojo, podríamos pensar que estamos hablando de un auténtico deportivo, si no fuese porque su velocidad máxima no superaba los 15 km/h. Así era el protagonista de estas páginas. Con la denominación Junior, representaba el escalón más básico de una gama de cuatro miembros nacidos a mediados de la década de los 50. Económico, duro y fácil de mantener, un concepto que había nacido en 1937 de la mano de Ferdinand Porsche como respuesta a una necesidad en los procesos agrícolas. Un mercado específico que, aunque muy necesario, ya patente desde finales del siglo XIX, no acabó de explotar hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

EL CONTEXTO ALEMÁN

A lo largo del siglo XVIII, la estructura agrícola alemana sufrió un paulatino descenso de la mano de obra dedicada a la agricultura. En tan solo cien años pasó de trabajar en el campo el 75 % de la población a solo el 25 %. A comienzos del siglo XX, tres de cada cuatro habitantes dependían de la agricultura, un hecho que obligaba a aumentar exponencialmente el rendimiento agrícola mediante la mecanización de las actividades agrarias.

Una necesidad que aceleró el desarrollo y fabricación de este tipo de vehículos de trabajo. A pesar de esta urgencia, la comercialización de tractores en Alemania durante el primer tercio del siglo XX no fue la óptima. Según algunos autores, esto se debió a una adquisición compulsiva por parte de los agricultores, quienes no apreciaban la necesidad de llevar a cabo análisis basados en costes y beneficios. Además, la diversidad de modelos complicaba el mercado y el manejo de esta herramienta, en muchos casos compleja, exigía un mantenimiento al alcance de muy pocos. La duración funcional de esta maquinaria resultaba, en muchos casos, excesivamente breve, lo cual generaba un escepticismo que bloqueaba el proceso de compra.

Poco después de la instauración del nuevo régimen nacionalsocialista alemán en 1933, se encontró en la maquinaria agrícola el aliado idóneo para los objetivos autárquicos en materia alimentaria. Un objetivo que pasaba por fomentar, de manera activa, la mecanización agrícola. Al igual que ocurrió con el coche para el pueblo, el Volkswagen Escarabajo, el régimen alemán encaminó sus esfuerzos a la creación de un tractor asequible para el agricultor. Un encargo dirigido a fabricantes con experiencia, entre los que destacaba Ferdinand Porsche. Un visionario que ya durante la Primera Guerra Mundial había creado numerosas soluciones para el servicio agrícola. Y, una vez llegado el período de paz, muchas de ellas fueron utilizadas por muchos fabricantes.

EL TRACTOR PORSCHE.

Cuando en 1930 Porsche establece su oficina de diseño en Stuttgart, se inicia el desarrollo de productos que veía de mayor potencial, como los turismos deportivos y los vehículos utilitarios, pero también estaban sobre la mesa los tractores. Con el encargo en firme del propio Hitler en 1937 y bajo las premisas de ser económico de adquirir y fácil de mantener, comenzaba su desarrollo. El primer prototipo, el A 110 también denominado Volksschlepper (tractor del pueblo), fue terminado en 1938. A este le seguiría el A 111, con el que el Gobierno alemán pretendía comenzar la producción. Sin embargo el conflicto bélico truncó el proceso. A pesar de que el departamento de Porsche logró diseñar dos prototipos más, el 112 y el 113, la paulatina pérdida del poder nazi en el transcurso del conflicto paralizó su desarrollo.

Después de la contienda, Porsche requirió un centro de trabajo para iniciar la producción de tractores. Estableció contactos con empresas externas que bajo licencia pudiesen construir su tractor. Tras algunos intentos infructuosos, la empresa austríaca Allgaier, especializada en la construcción de herramientas, fue la encargada de comenzar la producción de los tractores Porsche. El 9 de junio de 1950 se presentaba ante los medios el primer Allgaier-Porche, el AP-17, un pequeño tractor cuyo precio, unos 11.000 euros de hoy en día, sería uno de sus atractivos. La facilidad de conducción y un mantenimiento sencillo hicieron el resto, convirtiéndose enseguida en un auténtico superventas. Iba destinado sobre todo a pequeñas explotaciones agrícolas, siendo la primera experiencia mecanizada para muchas de ellas. A finales de 1951 ya se habían vendido casi 5.000 unidades. Inicialmente en gasolina, pero más tarde se introdujo el motor diésel. La oferta resultaba muy rentable e innovadora. Eran unos propulsores que además compartían infinidad de piezas y componentes entre sí, lo que permitía un mantenimiento estandarizado.

GAMA PORSCHE

A lo largo de los siguientes años surgirán nuevas evoluciones, ampliando la oferta con diferentes potencias y número de cilindros. Las ventas cada vez son mayores, llegando a posicionarse como uno de los fabricantes de mayor éxito. En 1956, el fabricante Allgaier decide retirarse para centrarse en la fabricación de herramientas. En este momento, la gama de tractores estaba compuesta por cuatro tipos, de 1 a 4 cilindros, abarcando una potencia entre los 14 y los 27 CV.

Ese mismo año, el fabricante Mannesmann se convierte en el principal accionista, iniciando la producción en su fábrica alemana ubicada en Friedrichshafen. A pesar de ser el socio mayoritario, la gestión sigue en manos de Porsche, aunque bajo una nueva denominación: Porsche-Diésel MGmbH. Con el nuevo panorama empresarial, la gama fue revisada y actualizada, apareciendo las denominaciones Junior y Standard como los modelos de acceso más básicos, y dejando para la zona alta, tanto en precio como en potencia, los nombres de Super y Master. Todos con propulsores diésel. En 1961, con el 12 % de cuota de mercado, Porsche se posicionó como el segundo mayor fabricante de tractores en Alemania, a poca distancia del líder, Deutz. En ese año, la fábrica alemana había puesto en el mercado 16.000 unidades.

EL FINAL

Con un mercado que ya daba signos de saturación y enfrentado a una feroz competencia europea, donde otros fabricantes como Renault habían inundado el mercado con productos más avanzados y sobre todo más asequibles, Porsche perdió un tercio de sus ventas en tan solo un año. Con una línea de tractores que ya se había quedado obsoleta y sin un plan real de renovación sobre la mesa, Porsche-Diesel emprende un último esfuerzo y se une a Man en una colaboración in extremis para preservar la producción. Sin embargo, en este momento tan crítico, su socio, Mannesmann, decide retirarse. Porsche se queda solo y le resulta inviable mantenerse a flote. El 15 de julio de 1963, la producción cesa. En total se habían fabricado unas 120.000 unidades.

En los últimos años, numerosos restauradores han puesto en valor muchas de estas icónicas unidades que hoy todavía sobreviven. Una de ellas, perfectamente restaurada, se puede apreciar en la exposición temporal de Porsche dentro del Museo de Automoción e Historia MAHI, ubicado en Arteixo.

Tecnología a la carta

Una de las genialidades de la fábrica Porsche consistió en la creación de motores adaptados a cada situación. Partiendo de la versión más básica de un cilindro se iba añadiendo, a cada versión superior, un cilindro más, hasta completar la gama con cuatro. Por tanto, todas las piezas eran iguales a pesar de ser diferentes modelos, un hecho que facilitaba cualquier tarea de sustitución. Además, permitía adaptarse a cada tipo de explotación de una manera lógica. En la concepción de su diseño se habían tenido en cuenta, además de la fiabilidad y su mantenimiento, la facilidad de manejo para ajustarse a casi cualquier persona, como permitir arrancar y conducir el tractor en cualquier marcha. Incluso la utilización de materiales con nuevas aleaciones, como el aluminio fundido, permitían una resistencia sobresaliente durante largos años de trabajo.