Nelson Peltz, el avispado consuegro de los Beckham

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Mike Blake | REUTERS

El multimillonario estadounidense, un inversor de éxito, se ha enfrentado a Bob Iger, el todopoderoso artífice del éxito mundial de Disney

19 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un inversor de olfato fino. Muy fino. Implacable. Tanto que cada vez que pone sus ojos en una empresa, un escalofrío recorre a sus directivos. Así es como actúa: identifica una compañía. Grande. Nada de peces pequeños. Que cotice en Bolsa. Y que esté pasando un mal momento. Invierte un poco de su dinero (a estas alturas del texto ya se habrán imaginado que es multimillonario). E inmediatamente después de eso, hace todo lo que está a su alcance para hacerse con una silla en el consejo de administración de la empresa e influir en la gestión. No suelen los ejecutivos de esas compañías recibirle lo que se dice con los brazos abiertos. Y, cuando se resisten a pasar por su aro, es cuando el protagonista de este perfil despliega todos sus encantos —financieros y no financieros— para pasar por encima de esos directivos y convencer a los accionistas de la empresa en cuestión de las bondades de sus propuestas.

Lo hizo con Procter & Gamble, Heinz o DuPont. Con éxito. Logró entrar en el consejo y conseguir que sus acciones se revalorizaran en bolsa. Y ha intentado hacer lo propio con Disney. Se enfrentaba en esta ocasión Nelson Peltz (Nueva York, 1942), que así se llama de quien nos ocupamos hoy, a Bob Iger, uno de los hombres más poderosos de Hollywood, si no el que más, y el responsable de haber convertido a Disney en todo un imperio mundial del entretenimiento. Lucha de titanes.

Les resumo: resulta que Peltz invirtió 900 millones en acciones del gigante del ocio y se hizo así con el 0,5 % del capital. Pidió un puesto en el consejo. Se lo denegaron. Empezó su campaña entre los accionistas para conseguir su propósito. Pero, al final, la sangre no llegó al río. Desistió, tras darse por satisfecho con el plan de reestructuración anunciado por la firma, que incluye el despido de 7.000 empleados, cerca del 3 % de la plantilla. «Ahora Disney planea hacer todo lo que queríamos que hiciese». Con esa frase zanjó el veterano inversor la cuestión.

Seguro que ya anda buscando su siguiente presa. Por dinero no va a ser: atesora una fortuna de 2.000 millones de dólares. Y eso que empezó de la nada. Dejó la universidad sin haber acabado los estudios para sentarse al volante de un camión y repartir alimentos congelados a restaurantes de Nueva York. Corría el año 1963 y ganaba cien dólares a la semana. Veinte años después compró Triangle, una empresa de embalajes a la que llevó en volandas hasta la cima del ránking mundial. Sacó provecho también de los archifamosos bonos basura de Michael Milken, en su momento el hombre mejor pagado de la historia de Wall Street y que acabó como el rosario de la aurora, aunque esa es otra historia. Con el dinero que ganó fundó Trian Fund, su brazo inversor. Cuenta Peltz entre su nutrido grupo de amigos a Donald Trump o Rupert Murdoch. Y otro dato para los aficionados a eso del corazón: está emparentado con los Beckham. Su hija Nicola Anne Peltz está casada con Brooklyn, hijo del exfutbolista y la ex spice girl.

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