Eva Fernández, heredera universal de Bodegas Pesquera

MERCADOS

Abraldes

El fundador de la firma, embarrada desde hace años en un conflicto familiar, falleció en mayo enfrentado a sus otras tres hijas, que lo habían destituido de sus cargos en la empresa

18 jul 2021 . Actualizado a las 13:52 h.

Andan algunas de las bodegas patrias más prestigiosas empeñadas en repetir las intrigas, venganzas, traiciones y luchas fratricidas con las que el mítico Falcon Crest mantenía, allá por las sobremesas de los ochenta, pegados al televisor a millones de españoles, obligados a aparcar la siesta para mejor ocasión, si lo que querían era estar al tanto de las idas y venidas de aquella rica familia de bodegueros de California que retrataba el folletín americano.

Primero fue la guerra que libraron -y que todavía hoy colea-, la mayor parte de los hermanos Álvarez Mezquíriz (cinco de siete), la saga dueña de Eulen y de las bodegas Vega Sicilia, productora de uno de los vinos más reconocidos del mundo, contra su padre, David Álvarez -don David, que era como a él le gustaba que le llamasen- y sus otros dos vástagos. Un conflicto que acabó como el rosario de la aurora: con el patriarca fuera de la empresa que controla esos venerados caldos y privándolo, de paso, de uno de sus caprichos más preciados: el de estampar su firma en las botellas. Murió en el 2015. Sin haber sellado la paz familiar. Ni de lejos. Con la bodega en manos de los hijos díscolos, término que él mismo acuñó; y el timón de Eulen en las de la mayor de sus hijas, María José, hoy presidenta y mayor accionista del grupo, como dispuso el patriarca en su, como no podía ser de otra manera, polémico testamento.

Una historia esta que se repitió después en Bodegas Pesquera, embarrada también desde hace algunos años por una trifulca familiar que ni visos tiene de acabar bien. El 21 de mayo pasado fallecía en Santander Alejandro Fernández, su fundador. El hombre que, dicen los expertos en estas lides, elevó la denominación de origen Ribera del Duero al Olimpo de los vinos. Y lo hacía sin haber resuelto el que, a buen seguro, debió ser el trago más amargo de su vida: la batalla que desde septiembre del 2018 lo mantenía enfrentado a tres de sus cuatro hijas -Olga, Mari Cruz y Lucía- y a la que durante décadas fue la mujer de su vida, Emilia Rivera -aunque ella se hace llamar Esperanza-, después de haber sido expulsado de las bodegas y destituido de todos los cargos en las empresas que con tanto esfuerzo levantó.

Le ha dejado el empresario todo a su hija Eva, la pequeña, la enóloga de la familia, la única que tomó partido por él en esa guerra familiar. Su heredera única y universal. Las otras tres ni siquiera recibirán la legítima. Esa parte en la que entran, sí o sí, todos los herederos salvo que hayan hecho algo digno de desheredarlos a ojos de la Justicia. Alejandro Fernández le ha dejado esa porción del legado a sus ocho nietas. Así que Eva recibe el 75 %. Aunque, para pesar suyo, eso no le garantiza el control de la bodega, rebautizada ahora como Familia Fernández Rivera y embarcada en un proceso, dicen, de modernización. Solo tiene el 49 %. El resto se lo reparten su madre, sus hermanas y sus sobrinas .

Solía decir el fallecido que solo quería que lo dejaran tranquilo, que su único deseo era seguir haciendo vino, como toda su vida. No pudor ser.

.