Carmen y las criptodivisas

ÁLVARO GALIÑANES, director de Inversiones de Santander Private Banking Gestión

MERCADOS

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Bitcoin Dado Ruvic | REUTERS

A diferencia de una moneda como el euro, el yen o el dólar, en las que detrás del precio existe la política fiscal y monetaria de un gobierno, en este nuevo modelo no existe nada de esto

20 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si les he hablado de Carmen. Carmen es clienta y amiga a la que llevo gestionando su patrimonio hace ya unos cuantos años y cuando nos vemos, además de repasar sus inversiones, acostumbramos a charlar de lo divino y lo humano. Hablando hace unos días de los calores tempranos, de qué íbamos a hacer en verano y tras repasar la estrategia para los próximos meses, me preguntó si cabría la posibilidad de que tuviéramos parte de las inversiones también en bitcoins: dijo que había visto subir el precio como la espuma y que ahora, que están más baratos, era el momento de comprar.

«Carmen, a ver cómo te cuento esto porque tiene mucha miga», respondí. «Aún con la enorme caída de estas semanas, lo cierto es que si hubiésemos cambiado solo mil euros por bitcoins en febrero de 2017, ahora acumularíamos una considerable cantidad de dinero. Vamos, que habríamos multiplicado por 30 nuestra inversión. Y todos sabemos que pocas inversiones habrían rentado tanto durante estos 4 años. Pero Carmen, ¿entiendes bien qué es un bitcoin?, ¿cómo funciona? Porque no es como un bono o una acción, que con independencia de que suba o baje de precio en el mercado, hay un negocio real detrás que vende ropa, fabrica tableros para la construcción o comercializa productos avícolas. Carmen, ¿tienes claro que ni bitcoins ni ninguna otra de las llamadas criptomonedas en realidad son una moneda como lo es el euro, el dólar o cualquier otra divisa de uso corriente?. A las criptodivisas les ponemos el apellido de divisas porque sirven de medio de pago, pero nada más», le advertí.

Entonces le dije a Carmen que no íbamos a volver a primero de Economía, hablando de lo que representa el dinero para la sociedad, ni cómo a lo largo de la historia había cambiado de forma. Sea en monedas, billetes o anotaciones en cuenta, el dinero representa un bien aceptado como medio de pago en intercambio de bienes o servicios y sabemos que, para que conserve su valor, debe ser «escaso» y digamos que el poder de crearlo debe residir exclusivamente en manos estatales. Y también sabemos por experiencia que si la cantidad de dinero crece a mayor ritmo que la de bienes, se genera inflación. «Carmen, una inflación que ha brillado por su ausencia en los últimos años, pero de la que te he hablado ya y sobre la que sin duda vamos a leer ríos de tinta. Pero eso es tema de otra charla, un debate serio para los Tesoros el de que cualquiera libremente pueda emitir divisas sin control», proseguí.

Entonces ella me preguntó qué es exactamente un bitcoin. Le expliqué que las criptodivisas y las transferencias funcionan de una manera muy distinta a cómo trabajan los sistemas de pagos que podemos llamar «tradicionales», en la medida en la que no hace falta que un tercero intervenga cuando dos personas, por ejemplo, se transfieren dinero entre sus cuentas tras una compra venta. Con este mecanismo, si por ejemplo la empresa A quiere mandar dinero a la empresa B, el propio sistema valida y certifica toda la operativa a través de un proceso llamado Blockchain (en castellano cadena de bloques) y que, en pocas palabras, se llama así porque todas las operaciones se van concatenando unas con otras en un mismo documento. En el mecanismo intervienen un sinfín de participantes, llamados mineros, que compiten entre ellos para ser los primeros en certificar «contratos», resolviendo una especie de acertijo, y que cuando uno lo consigue añade la información de todos los contratos para certificar a la cadena y de nuevo comparte con todo el sistema la información actualizada con todas las transacciones de manera acumulada.

«¿Y qué pinta el bitcoin en todo esto?», preguntó ella. «Carmen, es la moneda de este nuevo ecosistema», le aclaro. Cuando un minero certifica los contratos, el sistema automáticamente le asigna una cantidad de nuevos bitcoins y, por otro lado, el minero cobra en bitcoins por certificar contratos a los usuarios, vamos… como si usáramos euros, pero no es lo mismo. Cuando el bitcoin se minó por primera vez en 2009 (minar es la palabra con la que se resume todo este proceso), con un bloque un minero ganaba unos 50 . A lo largo del tiempo y fruto de la enorme cantidad de participantes, la recompensa se ha ido reduciendo mucho, hasta los 6,25 de hoy en día. Así que los que están dentro del sistema reciben bitcoins por participar, y para los de fuera del sistema, la única manera de tomar parte en él es comprando bitcoins en el mercado, que cotizan, y que es lo que hemos visto caer de precio de manera muy rápida en pocas semanas.

«¿Quiere decir esto que con todo lo que me cuentas la cantidad de bitcoins crecerá indefinidamente?», pregunta ella. Le explico que, en principio, no. Porque el que diseñó todo este sistema ?que, por cierto, es anónimo, pero se hace llamar Satoshi Nakamoto- limitó desde el principio a 21 millones la cantidad de criptomonedas y la última vez que lo miré ya se habían generado casi 19 millones, de modo que queda poco margen ya. Cuando se llegue al tope, los mineros ya no recibirán compensación del sistema, pero podrán cobrar a los participantes por «certificar contratos». Es decir, volveremos a un sistema con intermediarios.

«Carmen, como siempre, hay muchas razones por las que el precio ha volado hasta los más de 53.000 euros que ha llegado a cotizar a mediados de abril. Los hay que ven valor precisamente en que al ser limitada la oferta, los que quieran participar del Blockchain, tienen obligatoriamente que pasar por el aro y comprar la criptodivisa para transaccionar. También los hay que ven valor como activo refugio en momentos tan complicados como los que hemos vivido desde marzo de 2020, cuando todo caía sin sentido. Influye también que ciertas plataformas de pagos, como Paypal, anunciaron que van a aceptar criptodivisas como pago, o que simplemente Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, cambió la descripción de su cuenta de Twitter e incluyó el hashtag #bitcoin, y eso solo hizo que el precio subiera más de un 20% en pocos días o que primero dijera que aceptaría el pago de los coches Tesla en la criptodivisa.

»Está claro que como cualquier activo que cotiza, podemos invertir en él. Pero no te olvides de que, a diferencia de una divisa como el euro, la libra, el franco suizo, el yen o el dólar norteamericano, tras su precio está la política monetaria y fiscal de su gobierno, y la credibilidad siempre está implícita en él; en el caso de las criptodivisas, no hay nada de eso. Solo especulación.

»Yo te recomendaría que si te decides a comprar, lo hagas a través de instrumentos que tengan un comportamiento relacionado con la cuestión porque inviertan en compañías que participan del sistema: «mineras», pasarelas de pagos, empresas que fabrican microprocesadores o tarjetas gráficas especiales para estos cálculos, etc. Y, como siempre, Carmen, con cautela.

»Yo, como te dije, en cuanto consiga juntar un par de días libres aprovecharé para visitar a miña terra galega, que siempre que voy es por trabajo y no por placer y, en ausencia de la histórica La Italiana, buscaré alivio a los calores tempranos del verano en otro de los templos del helado coruñés».

Álvaro Galiñanes es director de Inversiones de Santander Private Banking Gestión